REDACCIÓN
Con música, anécdotas y ritmos caribeños, Celia Cruz, la llamada «Reina de la Salsa», recibió un homenaje póstumo este domingo en la Ciudad de México, en donde se afirmó que su legado sigue vivo a través de sus interpretaciones.
Con un recorrido por sus temas icónicos, el público mexicano disfrutó de una velada en la que imperó la alegría, con una orquesta en vivo en el espectáculo «Celia Cruz, el musical», que recibió el aplauso de los asistentes al Teatro Metropólitan.
Los fans llegaron a tiempo al recinto capitalino para disfrutar de esta única fecha del espectáculo que se ha ofrecido en otros países.
Tras el anuncio de la tercera llamada inició el concierto, que incluyó más de 20 melodías en donde se conjugaron juegos de luces y el carisma de la cantante Lucrecia, quien durante dos horas encarnó a Celia Cruz.
Además conmovió al público con anécdotas de la infancia de la estrella cubana que murió en 2003, desde su juventud, pasando por sus inicios en la música, el clímax de su carrera, hasta momentos antes de su muerte.
Aproximadamente a las 18:21 horas las luces se apagaron y la orquesta comenzó a poner ritmo a la velada y dar la bienvenida a la protagonista de la noche, quien llenó de rumba el lugar.
Luego la música empezó a sonar y un hombre presentó a Lucrecia. «La vida es un carnaval», «Que le den candela» y «Yemayá» fueron los primeros temas del recital, tras los que siguieron «Drume negrita», «El yerberito», entre otros.
«Gracias por estar conmigo esta noche, por el amor que me han dado tantos y tantos años, quiero decirles aquí que hay Celia para rato, ustedes son los que me mantienen viva, esta negra está entera caballeros», expresó la intérprete y de alguna manera actriz.
«Celia» contó su golpe de suerte con La Sonora Matancera, con quien debutó en 1950, lo que le abrió las puertas a «una de las etapas más maravillosas de mi vida».
Sin embargo no todo era color de rosa, relató, pues una «mujer negra no era fácilmente aceptada por el público de esa época», recibió cartas que la humillaban.
Aunque Cruz sufrió al principio, tuvo el apoyo de quien fue su esposo, Pedro Knight. «Nos fuimos enamorando y no importaba qué momento estuviera pasando, su voz siempre me calmaba y me daba nuevas fuerzas para enfrentar cualquier obstáculo».
«Cucala», «Nostalgia habanera», «Bemba colorá», «La dicha mía» y «La negra tiene tumbao» fueron otras piezas que también sonaron en el Teatro Metropólitan.
«Celia» recordó que la decisión más difícil que tuvo fue dejar su patria para siempre en 1960, y rememoró sus giras que tuvo por México y su visita a Nueva York, en busca de nuevas oportunidades, en donde «se estaba armando un movimiento musical que quería fusionar diferentes ritmos, a lo que le querían llamar salsa».
En el último bloque la cantante utilizó las pelucas coloridas de Celia Cruz, vestidos con la cromática de la bandera de Cuba, otro africano, en canciones como «Ríe y llora», así como «Yo viviré», que se escuchó después de que se mostraron fotografías de su funeral.