REDACCIÓN, 28 Mayo 2020.- Cientos de policías antidisturbios han recibido con gases lacrimógenos a los manifestantes que protestan contra las polémicas reformas del gobierno chino en Hong Kong. La libertad del movimiento social está de nuevo en peligro, y poco a poco esta protesta adquiere más relevancia en la geopolítica.
En Hong Kong todo parece ir regresando a la caótica normalidad que se vivió durante el segundo semestre de 2019. A las 6:00 del miércoles (hora local), por lo menos 3 mil policías antidisturbios comenzaron a instalarse en diferentes puntos de la ciudad en preparación para una nueva jornada de manifestaciones, pues la amenaza de la pandemia del coronavirus ya ha dejado de ser un impedimento para que los miles de hongkoneses inconformes con el gobierno de China salgan de nuevo a las calles. Las marchas han regresado, así como los arrestos, los heridos por la policía y por supuesto, los gases lacrimógenos que arrojados en este momento aumentan las posibilidades de contagio del COVID-19.
El movimiento social que le dio la vuelta al mundo el año pasado se reactivó desde hace más de una semana, pues su libertad está de nuevo amenazada por el gobierno local y la presión de Beijing. Estas dos fuerzas, en conjunto, han fabricado dos nuevos y polémicos proyectos de ley que afectan la libertad de los ciudadanos.
El primer proyecto es el de una ley nacional de himnos, el cual busca criminalizar a todo aquel que irrespete el himno nacional de China, también conocido como “La marcha de los voluntarios”. La relación entre los hongkoneses y la República Popular de China atraviesa su punto más bajo en décadas. Desde la profundización de la crisis en Hong Kong en 2019, ocasionada por la propuesta del gobierno de una controvertida ley de extradición que tenía a los opositores del Partido Comunista en la mira, los ciudadanos de Hong Kong han comenzado a rechazar los símbolos patrios de China. El himno ha sido abucheado en diferentes eventos públicos y, en lugar de este, los hongkoneses han decidido adoptar un himno propio para resaltar su lucha por la libertad.
Los insultos al himno de China han sido recibidos por el Partido Comunista como una provocación, por lo que el gobierno de Carrie Lam, líder de Hong Kong y cercana a Beijing, decidió intervenir en la situación y presentar una advertencia a quienes se atrevan a irrespetar el canto. Según el proyecto de ley, quien profane el himno recibiría una multa de hasta US$6.450. Pero la legislación no se queda solo con el castigo, pues busca también que desde ahora el himno sea enseñado a los estudiantes de primaria y secundaria en la isla, junto con toda la historia que hay detrás de este.
Para los líderes y políticos prodemocráticos de Hong Kong, esta es la última manifestación de Beijing para mostrar su dominio y coartar las libertades civiles de la población. Y no es la única reforma que busca silenciar a la oposición y a los manifestantes. Beijing también ha impulsado una nueva ley de seguridad que amenaza con callar las manifestaciones de una vez por todas.
El proyecto de ley, que será votado este jueves y del que se garantiza su aprobación para su siguiente fase, penalizará cualquier intento de subversión contra el gobierno central, de terrorismo, intimidación, intentos de separación de China continental y la prohibición del establecimiento de lazos con organizaciones políticas extranjeras por parte de organizaciones políticas de Hong Kong. Este punto es particularmente llamativo, considerando la relación que han mostrado gobiernos, como el de Taiwán y Estados Unidos, con el movimiento social en las calles de Hong Kong.
La presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, anunció el miércoles un programa de ayuda a los hongkoneses que se marchen de la ciudad tras las amenazas de Beijing. El programa, que contará con financiación gubernamental, ayudaría a los manifestantes que huyen del gobierno con alojamiento y asistencia. Mientras que el secretario de Estado de EE. UU., Mike Pompeo, aseguró tras las protestas presentadas que “Hong Kong ya no goza de la autonomía prometida por Beijing”, caldeando los ánimos con el Legislativo de la isla y reiterando su apoyo al pueblo hongkonés.
Mientras el mundo entero continúa combatiendo el coronavirus, Hong Kong es asediada por el gobierno chino y de a poco se convierte en el centro del conflicto entre el gigante asiático y Estados Unidos. El presidente estadounidense, Donald Trump, comentó que la isla podría perder su estatus como centro financiero global si China continúa con su represión, añadiendo incertidumbre al futuro de inversores en la isla, como comenta el activista estudiantil Joshua Wong. Aunque pequeña en extensión, esta isla semiautónoma está demostrando su tamaño geopolítico para el futuro de las relaciones internacionales. Y es muy grande como para ignorarlo. La protesta de Hong Kong se ha convertido en un problema para todo el mundo.