Por Victoria Acevedo
En muchas ocasiones, la mejor escuela de músicos es la calle, que esconde secretos donde las herramientas del oficio destacan en circunstancias adversas. Es el caso de Diego Arriaga Vargas quien, de tocar y ensayar en la calle, se dirige a recintos donde las personas disfrutan las percusiones africanas.
Testigo de ello son los puentes de Paseo Tollocan, donde retumban los sonidos de los tambores en los ensayos de esas percusiones, donde el denominador común es el asfalto. Diego nos comenta que recién egresó de la carrera de Artes Plásticas de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Lamentablemente con la pandemia, que ya lleva dos años, poder ejercer su carrera de Artes Plásticas se ha coartado, pero la esperanza de poder compartir sus conocimientos con las nuevas generaciones lo motiva.
Su carrera musical de 14 años se construyó con el cimiento de los sonidos africanos de Guinea. Sin saberlo, Diego ya había puesto la semilla de lo que iba a suponer un punto de inflexión en su actividad principal, que es la música, primero, en el asfalto, y luego profesionalmente, con maestros africanos y cubanos, directo del género.
Entre chavales y jóvenes con mucha energía, “Percusiones de Toluca” se presenta en bares que permiten el aforo, de acuerdo con el semáforo epidemiológico, para llevar alegría ante todas las circunstancias que actualmente invaden a la población.
Asimismo, Diego se encuentra inmerso en un proyecto que nace desde ese espíritu porque, además de ser pintor y escultor, trabaja en el grabado más grande del mundo, donde destaca las costumbres de los pueblos mexicas.
Finalmente, Diego nos comenta que él, así como otros músicos que tocan en las calles, son personas honestas y están contra del vandalismo; en otros medios de comunicación les han estigmatizado, «la gente te mira a veces como si fueses un pordiosero, juegas con un montón de cosas y, cuando aprendes a sortearlo, es muy valioso», relata.
