REDACCIÓN
Cuando camina por la calle con sus amigos o familiares, ella trata de sonreír, procura llevar una vida normal, pero no puede. Tu desaparición le ha dejado el corazón destrozado. Difícilmente algún día podrá reconstruirlo.
Las noches traen de vuelta a cada instante tu recuerdo. No hay día desde que te llevaron, que ella no piense en ti. No hay día desde aquel que “te tragó la tierra”, que ella no te haya buscado. Nosotros, ella, no parará hasta saber qué fue de ti. ¿En dónde estás? ¿Qué te han hecho?
“Son tres años de incertidumbre que vivimos y no sabemos si ya lo mataron, no lo mataron, o qué sufrió.
Yo estuve a poco de volverme loca, de quererme suicidar porque él es una persona que siempre estuvo conmigo y te quedas así de ‘y ahora qué hago’ y sales a la calle y regresas a tu casa esperando que todo esté bien, pero pasa el tiempo, pasan los días y todos se va desvaneciendo entonces dices ‘sigo o ya no sigo o qué hago’”, señala Georgina (seudónimo).
A pesar del miedo a las represalias, ella continúa buscándote; “yo todo esto no lo hago por mí, sino por él (su hijo) porque no quiero que el día de mañana me diga ‘por qué no hiciste nada mamá’”, menciona.
Miguel Ángel Martínez Ochoa, alto, atractivo y muy alegre, desapareció a las 10:45 horas del 16 de mayo de 2016 en el puerto de Veracruz. La última vez que ella supo de ti, fue cuando acababas de llegar a tu trabajo en una empresa dedicada a la venta e instalación de alarmas, estéreos y bocinas.
Hasta la fecha, ella poco o nada sabe de tu paradero. Hoy tendrías 32 años. En el lugar sólo quedó tu moto que ella atesora con recelo y tus objetos personales. Tu jefe aquel al que le entregaste tu esmero, jamás levantó la denuncia por el robo de materiales cuando te secuestraron. Él nunca acudió a testificar.
“Nosotros tenemos tres años buscándolo, el Ministerio Público (MP) no nos ha dado soluciones, todo fue muy confuso, porque en el lugar que él trabajaba había cámaras de seguridad, entonces se supone que los videos los entregaron a la Fiscalía.
Cuando uno de nuestros familiares pidió las pruebas le dijeron que hace tiempo ya se las habían dado a mi cuñado, pero este dice que no, que a él le dijeron que ya se las habían entregado al MP.
A mí no me entrevistaron, tampoco a los testigos ni a las dos personas que estuvieron con él en ese momento, a mí el señor con el que trabajaba me dijo ‘tú tienes la culpa’. Él se desentendió”, narra molesta.
Para ellas, para nosotros, sobrellevar la realidad de una desaparición es algo que lacera el alma, es algo que hace a cualquiera aterrizar de golpe en la realidad mexicana. Horroriza, saber que quizás hoy no puedas regresar a casa.
Ellas y ustedes, somos todos nosotros. La indiferencia sólo aumenta y disfraza el problema.
“Por qué la gente nos ignora, en Facebook su foto tiene uno o dos compartidos, cuando la subí lo primero que recibí fue comentarios diciéndome que se había ido con otra, pero no conocen realmente la situación”, destaca Georgina.
Lo que ellas, ustedes y nosotros, vivimos, es algo que no se le desea ni al peor enemigo, “es estar muerta en vida”, afirma. Las historias de las mujeres y los hombres, plasmadas en este trabajo, nos recuerdan que la desaparición de personas en Veracruz y en México, es algo que nos compete a todos.
“Esto es horrible, horrible, cómo es posible que uno viva así, no lo puedo entender, yo en mi loquera decía, ojalá que me muriera, pero ni Diosito me quiere porque no quiso que me muriera. Esto es algo muy feo, esto es un calvario todos los días.
Lloramos a cada momento en cada rincón. Yo veo la foto de mi hijo y le digo ‘qué hiciste mijo, por qué te llevaron’ estás viviendo un luto sin enterrar a nadie.
De saber que mi hijo ya hubiera muerto tal vez me dolería, pero pienso que no igual, y sin embargo al recordarlo, me trago las lágrimas por mi familia, porque ellos ya no me quieren ver llorar”, narra Celia, madre de Alfredo Román Arroyo García, quien desapareció el 18 de julio de 2011 en Xalapa.
No solamente ellas padecen la tristeza de tu desaparición, también tu familia. Tu padre, hermanos, hijos, amigos y conocidos no hayan explicación a lo sucedido. Para protegerlos, ellas incluso llegan a ocultar que te secuestraron.
“Yo lo busco porque una, es el padre de mis hijos y segundo porque mis hijos no saben la verdad.
Cuando ya les vaya a decir es porque ya tengo una respuesta, porque no quiero que mis hijos digan ‘no sé qué pasó con mi papá’, por eso los estoy buscando, por mis hijos para darles una respuesta y poder contestar todas sus preguntas, por eso, y porque son seres humanos que tienes que saber qué pasó con ellos”, declara Laura.
Laura, quien busca al padre de sus hijos, Manuel Casillas Santiago, y a su cuñado, Wendy Casillas Santiago, desaparecidos el 25 de febrero de 2013 en Ciudad Cardel, municipio de La Antigua, explica que su familia, la de su expareja, así como personal de la escuela de sus hijos, mantienen la versión de que Manuel está trabajando en un lugar alejado donde no tiene señal para comunicarse.
“A mí me da mucho miedo que mis hijos crezcan que se tengan que venir a estudiar (al puerto), salir de mi comunidad que es pequeña. Hace tiempo pasó un caso igual y mi hijo vio y unos meses lo tuvo aterrado.
La desaparición es la desgracia más grande que le puede pasar a un ser humano, a una madre, a una esposa, a una hija, y es la maldad de las personas”, dice Laura.
– ¿En qué tiempo verbal se habla de ustedes? ¿En pasado, presente o futuro?
– Yo creo que a veces nos confundimos y no sé si es como confusión o no sé cómo llamarle.
“Luego a mi hijo me refiero como si él estuviera presente y a veces hablo, muy poco, de que él ya no está, pero luego, sin darnos cuenta estamos hablando como si ellos estuvieran y realmente están porque están en nuestros corazones”, sostiene Leticia, mamá de Ricardo Delgado Valerio, quien desapareció el 3 de agosto de 2015 en el puerto.
Después de saber que fue de ti y de conseguir una disculpa pública por tú desaparición forzada y la de tus amigos, la lucha continúa. Tú familia no descansará hasta que aquellos que te dañaron, jamás vuelvan a hacérselo a alguien más.
“No deben de dejar de buscarlos porque lo más grande que tenemos las familias son lo hijos; tarde que temprano se abrirá la puerta y algo se tendrá que encontrar y en muchos casos tal vez no vayan a encontrar nada, pero al menos que sepan dónde quedaron sus hijos”, dice Bernardo Benítez Herrera, padre de Bernardo Benítez Arróniz, víctima de desaparición forzada en Tierra Blanca.
Para ellas, para nosotros, para ustedes, vivir en paz, sabiendo que llegarán a casa cada día las personas que aman, debe ser una realidad que es necesario exigir a las autoridades. El silencio no es opción.
“La aspiración ya no debe ser el carro más grande, la casa más grande, más dinero en el banco, esas aspiraciones nos tienen en esta situación porque esto fue lo que utilizaron todas esas lacras que nos gobernaron.
“La aspiración en México debe ser por la paz, por un México en armonía y pacífico, donde podamos nosotros, nuestros nietos y toda nuestra familia, vivir en paz, esa debe ser la aspiración del mexicano, paz, justicia, rendición de cuentas, un estado de derecho”, destaca Lucía, directora del Colectivo Solecito de Veracruz.
Historias como éstas se cuentan por miles. Relatos que hablan de ellas, de ustedes, de nosotros. Realidades que llenan de rabia, nostalgia y esperanza. La desaparición de personas es algo de lo que se tiene que hablar, es algo que jamás se puede volver a ignorar. Hoy tú, ustedes, ellas, ellos, nosotros, seguimos aquí, ojalá que mañana también.