viernes, julio 26, 2024
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Los dos minutos que cimbraron a México

  •  El Distrito Federal aún no se ha recuperado del sismo que destruyó la zona céntrica de la capital,
    dejando miles de muertos.

 

    México.- Menos de dos minutos bastaron para que un sismo de 8.1 grados en la escala de Richter cambiara el rostro de la Ciudad de México.

Han pasado 30 años de aquel fatídico suceso y el Distrito Federal aún no se ha recuperado del temblor que destruyó la zona céntrica de la capital, dejando miles de muertos. Las réplicas de menor intensidad que se registraron un día después, terminaron por derrumbar los edificios dañados que habían logrado mantenerse en pie ante el fenómeno sismológico que, de acuerdo con especialistas, liberó una energía equivalente a 114 bombas atómicas de 20 kilotones cada una.

El terremoto de magnitud 7.7 ocurrido en 1957, con un saldo de 700 muertos, cientos de heridos y que colapsó la estatua del Ángel de Independencia, se creyó sería el peor terremoto sufrido por México, pero no fue así. A las 7:19 horas del 19 de septiembre de 1985, lámparas, puertas, casas, edificios, automóviles, entre otros, empezaron a agitarse.

El movimiento era intenso, no cesaba, los segundos corrían sin parar, la gente salía a las calles con miedo, se refugiaba bajo el marco de una puerta, de las escaleras o de un muro, en espera de que pasará el inusual meneo, los autos se orillaban y los conductores verificaban el estado de las llantas, pensando que el movimiento obedecía a una ponchadura.

Poco a poco la oscilación disminuyó, parecía que llegaba la calma, sin embargo, las primeras noticias en radio y televisión que se conocieron fue que en el primer cuadro y zonas aledañas del corazón del país decenas de edificios estaban cayendo, otros se habían derrumbado durante el sismo y unos más estaban en peligro de caer.

Lo peor, muchas personas habían quedado atrapadas, no hubo tiempo de evacuar, quedaron sepultadas bajo los escombros de emblemáticos, grandes o pequeñas edificaciones.

Desde los primeros momentos, la ciudadanía se movilizó y participó de manera activa en las tareas de rescate de víctimas, en coordinación o no con las autoridades. No hubo tregua por días y semanas, con palas y zapapicos miles de manos se unieron para arrebatarle a la muerte la vida de personas que tuvieron la desdicha de estar en el momento menos indicado. Fueron miles de muertos, heridos y damnificados.

El Hotel Regis, el Hotel De Carlo, el Hotel Del Prado, la cafetería Superleche, el edificio Nuevo León, los multifamiliares Miguel Alemán, la torre principal del Hospital Juárez, el Centro Médico Nacional, edificios habitacionales y de gobierno, escuelas, el Conalep, y muchas construcciones más no soportaron la intensidad del sismo y se vinieron abajo.

También fueron afectados por el sismo los estado de México, Colima, Jalisco, Guerrero, Veracruz y Michoacán. A tres décadas de la tragedia que enlutó al país, el recuerdo sigue presente, no se olvida, cada año con tristeza y pesar los mexicanos rememoramos ese momento que unió a la población sin importar raza, sexo o condición económica.

Mario Hernández, vigilante de la torre Coahuila de Tlatelolco, trabajaba en ese entonces en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y cuenta que en esos momentos se dirigía a su trabajo.

«Estuvo para mi bien espantoso, me tocó en el metro, en la parte subterránea, estaba entre las estaciones Misterios y Valle Gómez cuando fue el sismo, estábamos yéndonos hacia Misterios, cuando de repente se comenzó a menear todo, los vagones también, luego, luego supe que no era cuestión del vagón sino que algo grave estaba pasando». Se fue la luz y todos nos quedamos en la oscuridad por 25 minutos aproximadamente, hasta que fue pasando el operador del Metro, diciéndonos que tuviéramos calma, que estuviéramos sentados en nuestros lugares, ese día no iba muy lleno, llevaba asientos vacíos, recuerda.

Al poco rato -continúa- nos abrieron una puerta del Metro y nos fuimos caminando por el túnel, pero ya habían quitado la red eléctrica y nos fuimos por todas las vías y cuando salí, salí a 100 metros, hasta allá nos sacaron, cuando subí se oía una cosa espantosa, la sirena de la Cruz Roja y la gente corría para un lado y el otro.

Javier tiene 46 años, hoy trabaja para el gobierno federal. Dormía cuando empezó el temblor Y uno de sus hermanos lo despertó para ayudarlo a sostener los muebles y evitar se cayera el televisor.

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