EL PAÍS DE LA VIOLENCIA
POR Alberto ABREGO
“Quisiera sufrir todas las humillaciones, todas las torturas, el ostracismo absoluto y hasta la muerte, para impedir la violencia”. Mahatma Gandhi (1869-1948) Político y pensador indio
Día con día vemos cómo la inseguridad y la violencia avanzan, mientras la sociedad se encierra víctima del miedo al fuego cruzado de las bandas de delincuentes. Desde hace ya varios años, vivimos en un país en el que la violencia y la inseguridad crecen y se convierten en problemas de muy difícil solución. El crimen organizado se fortalece y se presenta como una fuerza hasta hoy imbatible, que impone su poder y sus reglas.
Las corporaciones policíacas se han visto ya rebasadas o infiltradas por el hampa, eso es verdaderamente lamentable. Domina la percepción de que las autoridades y la delincuencia son lo mismo. Nuestra realidad está caracterizada por la inseguridad, la impunidad y la corrupción, por ello la delincuencia su multiplica, ante la impotencia ciudadana y la complacencia de algunas autoridades.
Por todo ello, la sociedad se encuentra frustrada, enojada, indefensa y completamente vulnerable ante el acoso cada vez mayor de la delincuencia, que impunemente presume su fuerza: la fuerza de la violencia.
Difícil se antoja la tarea cuando el horror parece no tener límite, el número de desaparecidos crece cada día y la saña y la impunidad con que actúan los criminales a lo largo y ancho del país ha dejado ya, por su contundencia y brutalidad sostenidas, incluso de sorprendernos. Nuestra capacidad de asombro se desvanece poco a poco, pareciera que tan sólo somos sobrevivientes de una guerra que no sabemos cómo ni cuándo terminará.
La sociedad espera de sus gobernantes algo más que declaraciones, pues de nada sirven cifras alegres y maquilladas, cuando en la realidad se enfrenta cotidianamente a un ambiente lleno de violencia e impunidad.
Es sabido que muchos de los problemas que tenemos se deben a la descomposición social, así como a una clara falta de valores en la sociedad. Nuestros hábitos de comunicación con la familia suelen ser mínimos, y con la comunidad llegan a ser nulos.
Por otro lado, no se cuenta con suficientes opciones recreativas, tanto deportivas como culturales. En zonas donde habitan estratos sociales completamente vulnerables y prácticamente abandonados por nuestras autoridades, la televisión y los medios electrónicos se convierten en “opción” de muchos, como medios de entretenimiento y diversión, con la consabida dosis de violencia que ello implica.
Y esto se agrava frente al desfondamiento de las instituciones, cuya credibilidad y eficacia se han derrumbado, y más aún con los hechos relativamente recientes, mensajes claros hacia la sociedad: El fallido operativo contra el hijo del Chapo, las matanzas en Guanajuato, el atentado al Secretario de Seguridad Ciudadana en la capital, los cárteles en la Ciudad de México. Parece que la delincuencia manda.
Es prioritario cambiar la estrategia de seguridad, lo demanda ya una sociedad agraviada que ha sufrido en carne propia un sinfín de acciones violentas de grupos delincuenciales que azotan al país. Avergüenza tanta crueldad y cobardía, tanta deshonestidad y cinismo, tanta ignominia, impropias de seres humanos…Es indignante que un país de más de cien millones de habitantes esté en jaque porque los seres humanos simplemente nos comportamos como inhumanos.
No se percibió una estrategia efectiva contra la delincuencia en administraciones anteriores, no parece haberla ahora. Mas aún, parece que la mayoría de los esfuerzos están concentrados en aplanar curvas epidemiológicas con miras electorales.
Tenemos el país que edificamos durante años, lo hemos construido con nuestra complacencia y nuestra indiferencia… Es hora de reflexionar en lo que nos hemos convertido como sociedad y en lo que hemos proyectado hacia el exterior: Un país donde pasa de todo… y no pasa nada: El país de la violencia…