POR Sandra CHÁVEZ MARÍN
Este es un homenaje a nosotras, y a ellas; a las que estamos, las que nos faltan y las que habrán de llegar.
Acudo a la memoria histórica. El Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer tiene su origen en el debate de las hermanas Mirabal, Patricia, Minerva y María Teresa, también conocidas como “Las Mariposas”, activistas políticas de República Dominicana, quienes encarnaron la lucha por la justicia en contra del régimen dictatorial de Rafael Leónidas Trujillo; Minerva y María Teresa fueron encarceladas, violadas y torturadas; posteriormente fueron puestas en libertad sólo para ser asesinadas, junto con Patricia, el 25 de noviembre de 1960 por orden de Trujillo.
Este lamentable hecho que hoy podemos calificar como la máxima expresión de odio y violencia política en contra de las mujeres, marcó un hito en la historia mundial, comprometiendo a la Organización de las Naciones Unidas, a encontrar las herramientas que permitan prevenir, atender y sancionar todas las formas de violencia contra las mujeres, así como garantizar nuestros derechos primigenios y políticos.
El legado de “Las Mariposas¨ está presente en las y los hijos que dejaron, entre ellos, Minerva Josefina Tavárez Mirabal, fundadora y presidenta del partido Opción Democrática en República Dominicana; se encuentra también en cada mujer que lucha contra la violencia y las injusticias, en cada mujer dispuesta a transformar su realidad y la de sus hermanas, la de sus hijas y nietas, la de las universitarias y de las académicas, esposas y madres; y en cada mujer que busca hacer del espacio público su lugar, a pesar de las barreras, los retos, los techos y los trechos, aun sabiendo que puede costarles todo, incluida su propia vida.
Actualmente, México es considerado por la Organización de las Naciones Unidas como uno de los países que requiere realizar esfuerzos intensos para lograr la igualdad de género en el marco de los derechos humanos. En el presente, y hacia el futuro, unamos capacidades y voluntades para llevar a término el gran reto que nos convoca; lograr que desaparezcan las inequidades en razón de género, y que la violencia en contra de las niñas y mujeres deje de ser la norma para convertirse en la excepción. La expresión real y fidedigna de lo deseable en este tenor obliga a un trabajo colaborativo entre los gobiernos, las organizaciones supranacionales, la sociedad civil organizada y la academia; sin embargo, a pesar de las macro investigaciones y las regulaciones, poco podremos avanzar si no se prioriza el cambio de paradigmas en los micro niveles de nuestras sociedades. Es ahí, en lo más íntimo de nuestro entorno, en las relaciones y de la mano con grandes mujeres que tenemos cerca; amiga, hermana, madre, tía, compañera, jefa, prima, vecina, cuñada, nuera, hija, nieta, así como en los varones desde las nuevas masculinidades, es ahí, en nuestro espacio, donde debemos hacer las transformaciones más grandes.
El próximo miércoles se habrán cumplido 60 años del asesinato de las hermanas Mirabal; unámonos solidariamente para convertirnos en una sociedad resiliente que, con perspectiva de género, demanda justicia y equidad; unamos horizontes y esfuerzos para salvar vidas, este 25 de noviembre no sólo iluminemos el mundo de naranja, hagamos el compromiso de poner nuestro granito de arena para abonar a la eliminación de todas las formas de violencia.
Erradicar la violencia en contra de las mujeres y niñas debe ser el objetivo principal de los Gobiernos a través de sus políticas públicas y de las Instituciones educativas por medio de los planes, programas y acciones pedagógicas; nos aboca participar decisivamente en el fortalecimiento de una cultura de igualdad de género para avanzar en la edificación y asentamiento de sociedades más justas e igualitarias para todos y todas.
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