sábado, abril 20, 2024
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Alberto Abrego- ENTRE COMILLAS

LUIS ECHEVERRÍA, SÍMBOLO DE LA REPRESIÓN Y LA BRUTALIDAD

“No fue para tanto”

“Jóvenes fascistas, movidos por la CIA. Así gritaban los jóvenes de Hitler y Mussolini”

Luis Echeverría Álvarez, ex presidente de México, refiriéndose a los hechos de Tlatelolco en 1968 y a los movimientos estudiantiles.

Luis Echeverría Álvarez, quien fue presidente de México de 1970 a 1976 falleció este sábado a los 100 años de edad. Su nombre quedará para siempre vinculado con los peores crímenes represivos de nuestra sociedad.

Es de todos conocida esa parte oscura de nuestra historia, en la que Echeverría ordenó la feroz represión de los movimientos disidentes en el país, como la de Tlatelolco en 1968, cuando aún era Secretario de Gobernación, el genocidio que llamaron “el halconazo”, en el que hubo cientos de estudiantes asesinados el 10 de junio de 1971, la desaparición forzada de cientos de personas durante la llamada “guerra sucia”. A él le debemos las invasiones en tierras de Sinaloa y Sonora, el golpe a Excélsior, la devaluación del peso, los asesinatos de empresarios, un endeudamiento brutal de nuestro país, un populismo que nos dejó un sabor amargo de brutalidad y autoritarismo originado en un partido político que huele a podredumbre y que a la fecha se niega a desaparecer.

Es el único expresidente mexicano también que en un acto circense muy característico de la política mexicana, fue intentado llevar a la justicia, cuando en el año 2004 el entonces Fiscal Especial para Movimientos Políticos y Sociales del Pasado lo acusó de genocidio y de la desaparición de cientos de personas, sin embargo, después de un proceso de cinco años, un Tribunal dictaminó que Luis Echeverría no tuvo ninguna responsabilidad durante la masacre del 2 de octubre, y que además en lo que respecta al llamado “halconazo”, no existió genocidio y que los demás delitos ya habían prescrito.

Fue tan solo una burla más, pues según los dueños de la ley, el expresidente sí fue responsable de los delitos que se le imputaban, homicidio calificado, lesiones, obstrucción de justicia y abuso de autoridad, pero esa misma ley, que no es retroactiva, no quiso encarcelar a quien se ha burlado de todas sus víctimas, de los familiares de los desaparecidos, de la misma ley y de todos los mexicanos. El asunto fue hábilmente manejado hasta que quedó entrampado en una situación legaloide y política.

Echeverría gobernó con atribuciones superiores a las de un monarca, mandó matar y reprimir estudiantes, obreros, maestros, campesinos y ciudadanos en general, se extralimitó en abusos, en violaciones a los derechos humanos, en humillaciones y en agravios a la sociedad.

Nadie lo extrañará. Fue el más claro ejemplo de conductas irracionales que ha sido la historia de la política mexicana, caracterizada por una tendencia marcada por el disparate y olvido alarmante de la sensatez, que debilita y desprestigia cada vez más a quienes imparten la justicia en nuestro país. Porque los muertos quedaron ahí y nadie pagó por ellos; y los asesinos, Echeverría y los malandrines que lo secundaban están o ya murieron tranquilos en sus casas, con sus familias, sonrientes e impunes.

Luis Echeverría fue un criminal, él lo sabía, su entorno cercano lo sabía, los jueces que no lo quisieron consignar lo sabían, todos lo sabíamos. Murió y con él se fue también una parte de la ya de por sí escasa confianza y credibilidad en nuestras autoridades. Una vez más perdió la justicia, ganaron los criterios políticos, ganó la delincuencia y la impunidad de quien siempre supo que sus crímenes nunca serían castigados. Y por supuesto que nunca nos alegramos de la muerte de las personas, solo nos indignamos que no hayan pagado en vida por tantas fechorías.

Si bien nuestra ley falló a su favor, y nunca lo pudo castigar porque sus delitos “prescribieron”, para la percepción de la sociedad sus agravios no prescriben, y en la conciencia de los ciudadanos existirá por siempre un fallo contundente, inapelable y certero: culpable. Culpable de segar vidas, culpable de todas las fechorías que se cometieron al amparo de una investidura, culpable de mutilar la esperanza y de institucionalizar la impunidad. Y culpable también de esparcir la asquerosa corrupción entre quienes, sin el menor escrúpulo, negocian la ley por aprobación de reformas y acuerdos políticos.

RÁPIDAS MEXIQUENSES.  Muy movido ha andado en Gobernador Alfredo del mazo en los últimos días, inaugurando carreteras que conectan con la autopista a Toluca, entregando becas a estudiantes destacados, inaugurando aulas en la Universidad, rehabilitando edificios escolares, entregando títulos de propiedad a familias mexiquenses, impulsando el Programa Salario Rosa, visitando algunos municipios del estado de México e incluso dándose tiempo para acompañar al presidente en algunos eventos. Aunque en el último tercio de su sexenio, queda la percepción de asignaturas pendientes: inseguridad, corrupción, feminicidios, extorsión y carencias básicas de servicios. A veces quisiéramos que todos los años fueran pre-electorales, pues nuestros gobernantes, sin excepción, tienen más energía, más sensibilidad y más empatía con sus gobernados.

 

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