POR Norberto HERNÁNDEZ
Desde el diseño de la portada del libro del respetado académico y escritor, Roger Bartra, es una dura crítica a la persona y figura política de Andrés Manuel López Obrador (AMLO). La imagen es una jaula que encierra a un pejelargarto, enfundado en una banda tricolor. No hay que ser genio para saber que se está refiriendo al presidente de México. Es de dominio público que es conocido con el mote de “el peje”. Él mismo dice: “Soy peje, pero no lagarto”. El libro del Doctor Bartra sale justamente a menos de tres meses de las llamadas elecciones intermedias en el país. El autor del libro “De regreso a la jaula” es un hombre militante y querido en la histórica izquierda mexicana, cualidad que AMLO no tiene al encontrar sus raíces de formación política en el Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Solo alcance a leer reseñas y escuchar varias entrevistas con el autor sobre el contenido del llamativo libro, pero me atrevo a mencionar que es una crítica intelectualmente bien pensada. Lo que marca una diferencia con los textos publicados por los críticos por encargo. Al maestro Roger Bartra no se puede regatear argumentos ni la seriedad en sus ideas en el debate político ni en los círculos académicos. Al referirse a la persona y personalidad del primer mandatario del país como una figura lejana a la izquierda y ubicarlo en los cauces de la más tradicional derecha conservadora despierta una vieja discusión que Don Daniel Cosío Villegas impulsó hace décadas cuando el presidente de México era una figura intocable. En aquellos duros años del autoritarismo mexicano el maestro Cosío Villegas publicó su libro “El estilo personal de gobernar”. El debate que propone el autor Roger Bartra va directo a definir el estilo personal de gobernar de AMLO y pone a discusión si estamos viviendo una Cuarta Transformación (4T) en el país. De igual manera, aborda el espinoso dilema si el presidente es un liberal, un demócrata o un populista reaccionario.
Podemos estar en desacuerdo con el autor de “Regreso a la jaula”, pero es digno de leerse y tomarse en cuenta por el rigor de un científico social reconocido. Es un hombre que ha dado la cara por la izquierda en momentos políticos adversos y ahora sostiene que estamos frente al regreso de un nuevo autoritarismo. Valiente y militante en la izquierda, junto a personajes como Rubén Jaramillo, dice estar preocupado por los resultados de las elecciones que vienen por un posible regreso de la cultura priista-populista. Según su opinión es lo que encarna el movimiento de López Obrador y es la base de lo que están construyendo los impulsores de la 4T.
Es un intelectual que cumple su parte, lo hace de manera directa y pública. En principio, esa condición se tiene que respetar y valorar, porque es una manera de evitar la marginación de la intelectualidad crítica. Bajo esa civilidad, consustancial a la democracia, debo señalar, sin pretensiones de ningún tipo, que difiero del maestro Bartra al decir que está amenazada la libertad de expresión. Precisamente, en ejercicio de la libertad de expresión es que él difunde su libro, sus ideas, con toda certeza; tanto en medios electrónicos como en la prensa escrita. No hay, desde mi punto de vista, ninguna acción de censura a la difusión de la más seria y dura crítica de un intelectual mexicano al presidente. El libro ya tiene un punto que todos, creo, podemos compartir; el afortunado regreso al debate de las ideas, de la calidad de los argumentos, de estar de vuelta a la teoría social y política. Si estamos de acuerdo o no con el maestro Roger Bartra es lo de menos; la coincidencia es que es una invitación a la mesa de un intelectual, casi extinguidos por las redes sociales. Justo cuando somos barridos por “youtuberos”, “facebookeros” y “standoperos” que han hecho de la frivolidad una vocación profesional, surge la aportación intelectual del maestro Bartra para, al menos, debatir con seriedad el rumbo que ha tomado el país a partir de las elecciones presidenciales de 2018.
De las entrevistas que tuve la oportunidad de ver y escuchar, me percaté que al autor todos lo trataron con respeto y nadie se dio por aludido al criticar la figura presidencial; mucho menos que, en uso de un micrófono o espacio periodístico, se asumieran como defensores de la 4T. Creo que se limitaron a hacer bien su trabajo de periodistas y no de ejercer la reiterada equivocación donde el periodista-comunicador adopta posiciones de analista político por impulso. Para los momentos de agitación que vive el país, el libro puede ser una bandera de navegación política oportuna para todos los competidores, unos para corregir y otros para conocer que la percepción es distinta a la que se piensa.