POR Isidro O’SHEA
Parece que ya todos y todas conocemos los argumentos de los fanáticos del presidente de la República, y es que prácticamente los han reducido a 3: “seguro perdiste tus privilegios” y “¿En dónde estabas cuando…?”
En primer lugar, debemos decir que si todo aquel que critica, de manera legítima, al presidente Obrador, hubiese tenido un privilegio selectivo, estaríamos hablando de que prácticamente la mitad del país tenía un privilegio selectivo; cuando en realidad sabemos que la clase privilegiada es y ha sido históricamente del 10%; por lo cual está de sobra explicarles más al respecto.
Sin embargo, me quiero centrar principalmente en responderles eso que ellos consideran argumento: la pregunta de dónde estábamos en sexenios anteriores. Obviamente lo haré desde mi experiencia, no sin antes recordarles que una pregunta jamás se responde con otra pregunta, sino que se responde el cuestionamiento y después se lanza la pregunta pertinente. Más importante que lo anterior, es sumamente relevante decirles que el diálogo o el debate no es un deporte de combate, sino que sirve para aprender del interlocutor y construir visiones más completas que nos ayuden a todos a avanzar en la misma dirección; me cuesta trabajo creer que existan personas que no quieran el bien para México.
Dicho ello respondo: en 1988 cuando se dio el fraude electoral más grande en la historia del país a manos del secretario de gobernación y actual director de la CFE, Manuel Bartlett, a quien tanto le gustan los apagones y caídas del sistema, faltaban 3 años para que yo naciera, por lo cual veo sumamente complicado que me manifestara al respecto.
En 1991, nací; me hubiese gusto ver cómo un presidente con tan poca legitimidad, fue ganándola a partir de sus acciones de apoyo a comunidades tan poco favorecidas; justamente lo contrario a lo que sucede hoy con AMLO; al punto de que su partido incrementó significativamente sus votos en las elecciones intermedias.
De 1994 aún no tengo recuerdos, de lo contrario, creo me hubiese atormentado mucho el saber de un asesinato a un candidato presidencial, el cual debo decir que desde mi punto de vista lo han convertido casi en un mártir de la nación, sin realmente serlo, quizá sea únicamente mártir de los mismos intereses de su partido. De aquel 1994 tampoco recuerdo el penal fallado por el italiano Roberto Baggio, y desafortunadamente tampoco vi el primer debate presidencial en donde Diego Fernández de Ceballos dio catedra de argumentación al expresidente Ernesto Zedillo; por cierto, no les haría mal investigar, a ustedes obradoristas, en dónde aprendió el panista.
Mis recuerdos sobre cuestiones políticas se remontan al 2000, cuando el excandidato Vicente Fox estuvo toda una tarde intentando convencer a Labastida y Cárdenas de que se llevara a cabo el debate ese mismo día, mediante el famoso “hoy, hoy, hoy” a lo cual sus contrincantes se negaron. De aquel debate del viernes siguiente recuerdo haberme ofendido de que Fox señalara como chaparro a Labastida, cuando la mayoría de los mexicanos lo somos; sin embargo, señores fanáticos de AMLO discúlpenme, pero en aquel entonces no tenía Facebook, quizá por eso ni me escucharon, ni me leyeron.
De aquel 2 de julio del 2000 recuerdo, a mi papá y a un vecino celebrar la transición democrática cuando Televisa empezó a dar a conocer las primeras encuestas de salida, pero sobre todo cuando Zedillo salió prácticamente a reconocerlo.
De la administración foxista recuerdo poco, de hecho, recuerdo sobre todo lo más histriónico: su boda con Martha Sahagún, pero también recuerdo el caso de las toallas carísimas personalizadas. En paralelo, recuerdo un domingo que íbamos toda mi familia por avenida Reforma de la Ciudad de México, cuando de repente, vimos decenas de camarógrafos perseguir a alguien, era el presidente Fox. Cuando mi papá vio, me bajó de la camioneta para que lo saludara, yo me solté de la mano de mi papá y literalmente me agaché para esquivar al equipo de seguridad, saludar al presidente respetuosamente, pero también preguntarle por qué hacía tanta festividad de sus idas a misa, cuando supuestamente vivíamos en un Estado laico; el presidente respetuosamente sonrió y me dijo que tenía ese derecho como cualquier otro ciudadano, que él no pedía a la prensa que lo acompañara.
A los mismos obradoristas les cuento que en el 2005 me seleccionaron para dar un discurso ante el candidato panista a la gubernatura del estado, en el cual le pedí que, en caso de ser gobernador, empezara a marcar un parteaguas en la administración pública, actuando a favor del pueblo. Los periodistas, al finalizar aquel evento, en lugar de dirigirse al excandidato, se dirigieron a mi, preguntándome el nombre de las distintas autoridades de aquel entonces en los diferentes niveles de gobierno, hoy a la distancia veo que lo hicieron incrédulos de que yo hubiese escrito ese texto. Posteriormente fui invitado por aquel candidato a otros eventos, sin embargo, fueron únicamente dos más, pues mi mamá, me preguntó si deseaba continuar, explicándome que quizá era muy pequeño para tomar ese tipo de decisiones yo solo, y que, aunque ella respetaría mi decisión, ella creía que era conveniente no seguir.
Del periodo calderonista recuerdo la guerra declarada por el presidente al narcotráfico, y recuerdo no haber entendido las razones por las cuáles se le criticaba tanto aquello. Incluso recuerdo que antes de las elecciones, mi amigo Quique Ibáñez, me tachó de teto cuando le comenté que iba a ser un año divertido, pues se unían las dos cosas que más me gustaban: el mundial de fútbol y las elecciones presidenciales. En aquel entonces, durante la clase de español (2do de secundaria) expuse sobre el gobierno de Fox, y en el apartado de conclusiones me limité a decir que no era lo que el pueblo había esperado pero que tampoco podíamos exigirle tanto, después de tantos años de gobiernos de un partido hegemónico; recuerdo incluso, que señalé al IFAI y el establecimiento del servicio profesional de carrera como sus grandes aciertos. Sí, el IFAI, mismo que hoy es amenazado por Andrés Manuel López Obrador.
Cuando comenzó la presidencia de Peña Nieto tenía 21 años, quizá desde aquel momento al ser yac mayor de edad, mi responsabilidad ciudadana haya aumentado. Sin embargo, igual les respondo que cuando sucedió el caso de Ayotzinapa estaba escribiendo un artículo al respecto para una revista de una ONG estadounidense, perdón si ésta no llegó a sus casas.
Ahora les pregunto: ¿ya me dan chance de cuestionar al actual gobierno? O se van a poner a la defensiva como los profesores de la facultad de ciencias políticas a quienes cuestioné por no defender su postura ante el politólogo César Cansino quien les dijo en su cara que lo que enseñaban no servía nada, y de quienes aún recibo sus malas caras.
De remate: mi total respaldo al periodista José Alam Chávez quien ha sido calumniado y amenazado por las autoridades del municipio de Zinacantepec, queda claro que aún se marean sobre 3 ladrillos de poder.