POR Norberto HERNÁNDEZ
Durante las semanas previas al proceso electoral en los estados de Hidalgo y Coahuila las especulaciones no dejaron de hacerse sentir. Encuestas, análisis y opiniones periodísticas estuvieron presentes desde que los procesos electorales fueron autorizados en ambas entidades. Estas primeras elecciones COVID-19 celebradas en el país cumplieron con su cometido e impactaron en la opinión pública antes, durante y después de las jornadas electorales hidalguense y coahuilense. Como siempre sucede, los partidos en disputa enviaron a sus grupos de apoyo buscando influir en los resultados, conocer de los errores cometidos por sus candidatos, partidos y estrategias de operación electoral. Otros simplemente fueron e hicieron turismo electoral. Todos tienen una evaluación que hacer y reflexionar para las elecciones 2021 que, sin duda, serán el Waterloo para el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) y sus posibles aliados.
Desde el domingo por la noche, los críticos de MORENA y del presidente Andrés Manuel López Obrador celebraban con euforia lo que consideraron una derrota de los morenistas. El lunes, las redes sociales tuvieron un activismo intenso de regocijo porque, según los adversarios del presidente y su partido, habían sido derrotados drásticamente, tanto en Hidalgo como en Coahuila. Pasados los días, siguió la alegría opositora porque apreciaron los resultados locales como una venganza en contra de su odiado adversario. Sin embargo, es momento de reflexionar con más calma y poner el rasero en su justa dimensión.
Por un lado, MORENA enfrentó el proceso en un momento de ejemplares pleitos internos, justo cuando se necesitaba de unidad, estrategia y apoyo para sus candidatos en ambas entidades. Eso no ocurrió y más bien los aspirantes a la dirigencia nacional morenista fueron únicamente a la pasarela, a quitar tiempo y recursos a sus candidatos. El estilo perredista se impuso a las necesidades político-electorales de la 4T. Nadie, o muy pocos, pueden entender cómo gastan tanto tiempo en penosos enfrentamientos cuando se espera de ellos madurez política, sobre todo porque están al frente del destino del país, entidades federativas, municipios y desempeñando cargos legislativos del orden federal y local. A pesar de su autodestrucción, MORENA se colocó como segunda fuerza, tanto en Hidalgo como en Coahuila.
El Partido Acción Nacional (PAN) se llevó una derrota que refleja su ausencia de dirigencia y el costo del “cuatismo político” que prevalece en sus procesos internos. Es un partido fracturado desde que Ricardo Anaya Cortés fue presidente del Comité Nacional panista. Su actual dirigente es gris, corto de ideas y escasa visión política. El PAN no puede justificar su derrota en decir que “no es suficiente criticar si no también votar”. ¡Es un partido que ahora festeja las victorias del Partido Revolucionario Institucional (PRI)! En Hidalgo eran segunda fuerza y pasaron a tercera. En Coahuila, un estado panista por excelencia, no ganó un solo distrito. De igual manera, de segunda fuerza descendió a la tercera. Lo peor para el panismo es que su detestado adversario, MORENA, subió a la segunda posición. Algo tienen que hacer, y pronto. Al menos que ya estén resignados a buscar únicamente las “pluris” para el círculo cercano, los de siempre, los cuates y una que otra para alguna personalidad de su clase política. Es momento que, en un acto de reflexión interna, acepten que el derrotado fue el PAN, no MORENA.
Julio Hernández López calificó, a los gobiernos de Hidalgo y Coahuila, como verdaderas piezas de museo del autoritarismo del viejo sistema político mexicano. Dos entidades gobernadas bajo métodos y procedimientos caciquiles. Ahí nunca ha existido alternancia en la gubernatura por lo que prevalecen las prácticas heredadas del pasado político donde fueron formados. Eso lo saben los panistas y los morenistas. Sus quejas pueden ser válidas, pero suenan más a una excusa, a una justificación a su incapacidad electoral para enfrentar a un adversario de esas dimensiones y con esas características. Con cierta sorpresa, en Coahuila el PRI ganó todos los distritos locales en disputa, dejó en cero a MORENA y al PAN. Sin embargo, que no canten victoria los priistas y digan que están de regreso y barbaridades de esas; quien ganó en Coahuila fue el clan de los Moreira y asociados, no el PRI local ni nacional. Lo mismo ocurrió en Hidalgo, la operación política del gobernador y sus allegados fue exitosa. En este caso, también se debe reconocer la buena labor en obra pública y de infraestructura que ha realizado su administración. Ganaron Pachuca, la capital, eso los coloca como primera fuerza, pero solo ganaron 32 de 84 municipios. Así que no se debe exagerar en la celebración.
Estas elecciones son un buen elemento para definir e innovar en las estrategias de competencia electoral. Las reglas son las mismas, pero los procesos son diferentes en cada estado, municipio o región. Los partidos en competencia están obligados a cambiar.