domingo, mayo 12, 2024
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Entre Comillas · Alberto Abrego

MICHOACÁN, LECCIONES EN LAS CALLES

 

“Si no hay liberación habrá quemazón”

Publicación de la Coordinación de Egresados Normalistas de Michoacán, al referirse a los tres normalistas detenidos por actos vandálicos

El pasado 28 de octubre, la Guardia Comunitaria de la localidad de Cheranástico, Michoacán detuvo a tres egresados normalistas cuando quemaban un vehículo durante las movilizaciones para exigir a las autoridades la asignación de plazas docentes de manera automática.

Tres días después, diez vehículos más fueron incendiados en los municipios de Chilchota y Paracho por una turba de egresados normalistas, que exigían la liberación de sus tres compañeros detenidos. El 4 de noviembre un Juez de Control vinculó a proceso a los detenidos mientras que maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación anunciaron que intensificarían las protestas al interior del Estado.

El 14 de noviembre circularon imágenes en las que se aprecia que elementos de la policía municipal de Nehuatzen dispararon sus armas de fuego contra normalistas, que habían robado varios vehículos en la comunidad de Turícuaro, entre ellos una patrulla y bloquearan la carretera Pátzcuaro – Cherán, en protesta por sus compañeros presos.

No sorprende que los hechos ocurrieran en Michoacán, también podrían haber sido en Oaxaca, Guerrero o Chiapas, donde las demandas del magisterio son constantes ante los oídos sordos de las autoridades, que durante décadas han empleado la represión como política y como estrategia de dispersión.

Una vez más las autoridades ponen a prueba nuestra capacidad de asombro. Al disparar sus armas de fuego los policías municipales directamente contra el camión que habían secuestrado los normalistas demuestran su falta de preparación, su ignorancia, su cobardía, su falta de recursos, y su falta de respeto a la institución que representan.

Aún en nuestro contexto actual de violencia desmedida, el asunto no es menor: maestros normalistas vandalizan, secuestran y queman patrullas y vehículos de particulares, mientras policías les disparan. Como de película, como de novela de ficción, como de historia disparatada de una mente perversa, pero no, es la realidad en México.

El asunto tiene su historia. En los últimos años, Michoacán se ha vuelto noticia internacional principalmente por el grado de descomposición y desprestigio en que se encuentra el sistema político. La corrupción y la impunidad forman una barrera corrupta en la que se protegen grupos delincuenciales entre sindicatos, funcionarios, policías y parte de la sociedad civil, por lo que se agudizan los problemas de inseguridad, anarquía, rencor social, desestabilización y delincuencia organizada infiltrada en movimientos sociales con fines políticos en busca de intereses ocultos.

En México no sólo los sicarios matan a sangre fría. Con respuestas represivas como las de los policías municipales en Michoacán se evidencian cuerpos policíacos incapaces, ignorantes, represores, corruptos y abusivos, sin la preparación necesaria para proceder ante una turba de delincuentes que al amparo de una cédula magisterial o una credencial de estudiante se creen con derecho de secuestrar, robar, golpear e incendiar.

La respuesta de la policía ante los vándalos fue represiva y desproporcionada. Ojalá con la misma “valentía” enfrentaran a la delincuencia organizada y los cárteles de la droga que son amos y señores del territorio de la infamia, que han convertido a Michoacán en un infierno de violencia e inseguridad. Los municipales actuaron como matones de la calle, exactamente igual que el cáncer que dicen combatir.

Los estudiantes normalistas están defendiendo el derecho a tener un trabajo al terminar sus estudios. Es claro que es un problema de espacios y que la demanda es legítima, aunque no compartimos el tamaño de las acciones y mucho menos las respuestas de las autoridades. Quienes tuvimos el privilegio de cursar una escuela Normal debemos entender que hay una línea entre la exigencia de nuestros derechos y la delincuencia, que las acciones delincuenciales afectan vidas, economías y paz social de las familias precisamente de nuestros educandos.

El conflicto magisterial, en Michoacán y en otras entidades va para largo, por plazas, salarios, políticas o por otras demandas, pero se ha convertido ya en una tradición y negocio político para algunos. Quizá porque muchos movimientos han culminado en un baño de sangre, quizá porque muchos líderes han muerto asesinados, quizá por tanto desdén gubernamental, o por un hartazgo social que se traduce en impotencia cada día por la descomposición de nuestra sociedad.

Quedan muchas dudas por resolver en este conflicto, al que le han dado solamente cobertura local, y temporal; lo preocupante es que al final de cuentas los únicos afectados serán siempre los niños, que son testigos de los actos de sus mentores en las calles.

Siempre hablamos de la importancia de la educación, pero ¿qué se está haciendo para mejorarla?, ¿será verdad que los normalistas michoacanos se preocupan por una educación de calidad?

A veces, las lecciones de los profesores en las calles no son las que quisiéramos. Y la actuación de nuestros policías, pues menos.

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