Por: Alberto Abrego
“Si cada consumidor tuviese una planta de cannabis en el balcón, no existiría el narcotráfico”
Eugenio Raúl Zaffaroni, juez, jurista y criminólogo.
También se puede decir: “zacatito para el conejo”, “pásame a María”, “hay que quemarle las patas al diablo”, “acelerón de trueno verde” o “dame un toque”. Estas frases se refieren a “la Marijuana”, “la Juanita”, “la Verde”, “la Mois”, “el Churro”, “un toque”, “el Flavio”, “la Yerba”, “la Mota”, “el Carrujo”, “la Mostaza”, “la Belula”, “la Fina esmeralda”, “el Mastuerzo”, “la Motivosa”, “la Hojita con lumbre”, “el Zacate inglés” o “Cannabis”.
Desde siempre, el uso de la marihuana ha sido estigmatizado, sin embargo nuestro país está a un paso de unirse Uruguay y Canadá en cuanto a la distribución y consumo de esta droga de manera legal, y por sus características y circunstancias, podría convertirse en líder de la industria cannábica a nivel mundial. Y es que el camino para su legalización está aplanado; México aprobó el consumo medicinal de la marihuana en 2017 y comenzó a preparar una ley para uso recreativo en 2019 por mandato de la Suprema Corte de Justicia, que desde 2015 solicitó al Congreso legislar al respecto, determinando que es ilegal prohibir su consumo. La pelota se encuentra en la cancha del Senado, que tiene hasta el 30 de abril para regular el uso del cannabis.
Datos de la organización México Unido contra la Delincuencia detallan que los gobiernos gastan por lo menos 100 billones de dólares cada año en el combate a las drogas; pese a ello, más de 240 millones de personas consumen estupefacientes, y son el mercado ideal para que el crimen organizado genere 320 billones de dólares anuales. De 2006 a 2016, el gobierno mexicano gastó 1 billón 138 mil 838 millones 971 mil 996 pesos en el combate al narcotráfico, unas 80 veces más que lo destinado a la prevención de adicciones, lo que ha generado alrededor de 200 mil muertos.
El debate de las drogas siempre ha tenido dos opiniones encontradas, la que prefiere un Estado paternalista y la que pretende que cada ciudadano sea responsable de lo que consume.
En un contexto conservador, hay quienes afirman que legalizar la marihuana atenta contra las sanas costumbres, contra la lucha que las autoridades le hacen al narcotráfico. Tal posición por supuesto que tiene su argumento, los daños que causan las drogas al organismo son nefastos, generan problemas de salud y en un momento determinado cuestionan los valores de las sociedades.
Por otro lado, es innegable que el prohibicionismo a la marihuana ha traído violencia, crisis de derechos humanos y muerte, toda estrategia contra las drogas ha fracasado. Legalizar y regular su uso haría posible contar con mayor recaudación fiscal, lo que sería un alivio para las finanzas con la consecuente generación de miles de empleos. Por supuesto que se reducirá el margen de ganancias del crimen organizado y con ello, los gastos destinados a esta lucha interminable.
La complejidad del fenómeno obliga a los legisladores a analizar los puntos a favor y en contra de la legalización en México de una tercera sustancia adictiva, después del alcohol y el tabaco. Cada sociedad es diferente cultural, social, económica, política e históricamente, y tiene que enfrentar el problema de las adicciones de un modo distinto. Los magros resultados de la política prohibicionista han creado una oportunidad. No podemos olvidar que existe un mercado consolidado y creciente que motiva la producción mundial de marihuana, y eso no desaparecerá combatiéndolo con más violencia.
Se debe legislar ya, dejando de lado los cálculos electorales y beneficios de grupo. Se debe regular el uso del cannabis, para limitar el poder corruptor del narcotráfico restándole ingresos y capacidad de influencia; para generar inversión, empleos y con ello miles de millones de dólares, y destinar gran parte de esos recursos en la salud, educación, y otros temas prioritarios para la sociedad. Aún cuando haya sido por mandato de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, esta legislación sí sería un verdadero paso para cambiar un fenómeno social que agravia a la sociedad, un cambio digno de una transformación que se presume.
No se debe tomar como el fin de la violencia, porque no es así. Se debe hacer la tarea en todas las áreas de la convivencia humana.
RÁPIDAS MEXIQUENSES. Político panista golpeador. Gracias a las redes sociales, se difundió un video de la agresión que sufrió por parte de su pareja sentimental una profesora cuando impartía sus clases a sus alumnos de la Prepa 5 de la UAEMex, en Toluca. El agresor es identificado como Octavio Alonso G. L., y es militante del Partido Acción Nacional en el Estado de México, ostenta una Licenciatura en Derecho por la Universidad del Valle de Toluca. Ver la agresión produce una espantosa náusea, un profundo desprecio por este remedo de ser humano que se cree “hecho a mano”. Ya no es novedad que personas que tienen nivel académico demuestren su lastimosa y precaria calidad moral, exhibiendo su machismo y limitaciones éticas y culturales, muy propias de patanes, prepotentes y soberbios.
Protesta en tiempos electorales. Agrupaciones de ciclistas y feministas realizaron una manifestación de protesta en la vialidad Paseo Colón en la Ciudad de Toluca exigiendo la conclusión en las obras de la ciclovía, que ayudaría a disminuir los problemas de inseguridad y acoso. Tal parece que la oposición de algunos comerciantes a la construcción del carril para ciclistas ha detenido los trabajos de construcción, tal vez porque se terminó el recurso destinado a la obra, o posiblemente se requieran esos recursos para otras prioridades… Los tiempos electorales… La falta de explicación genera especulación…