POR Alberto ABREGO
“Si los hombres se preocupan por los derechos de las mujeres, el mundo será un mejor lugar. Somos mejores cuando las mujeres están empoderadas, esto conlleva a una mejor sociedad” John Legend, cantante estadounidense.
“En 2021, mientras la pandemia de Covid-9 sigue ensanchando todas las brechas de nuestro mundo, en especial las relativas a la desigualdad de género, es más importante que nunca que el 8 de marzo sea un día de unidad y movilización”. Audrey Azoulay, Directora General de la UNESCO, con motivo del Día Internacional de la Mujer
Después de muchos años de lucha, sacrificios y muertes, en 1975, la Organización de las Naciones Unidas institucionalizó el día 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.
Este día debería ser para la reflexión y toma de conciencia del papel que en la actualidad desempeñan las mujeres en la sociedad. Con los años, las brechas entre géneros no se reducen y prevalecen las condiciones de inequidad que las féminas enfrentan en la calle, en el trabajo y hasta en su propia casa.
En la marcha feminista que se anuncia para este 8 de marzo en todos los estados del país, participan grupos de mujeres que han hecho de este acto, una costumbre nacional, en el que se infiltran grupos de choque, organizaciones políticas y grupos radicales que convierten una exigencia legítima en un espectáculo dreprimente, propiciado en gran parte por autoridades que año con año, en 46 ocasiones solo se han limitado a ofrecer su insultante indiferencia, sin que en su agenda figure un espacio para atender a quienes levantan la voz hastiadas de tanta agresión e impunidad hacia su género.
En pleno hervor electoral, los políticos en campaña que hoy se dan baños de pueblo y presumen calidad moral, en este día exponen bellos discursos, derrochando sensibilidad y grandes intenciones, que posteriormente se convierten en desdén y olvido. Mucho tenemos que hacer, hombres y mujeres para lograr una igualdad que nos permita vivir en armonía, y mucho más tendrá que hacer el gobierno que cuidar los monumentos públicos y manifestar tolerancia ante los gritos y desmanes de las agraviadas, para diseñar una política pública que se encamine hacia una real transformación de la sociedad.
De poco servirán las marchas feministas de cada año si no combatimos los juicios milenarios y las prácticas sociales y familiares muy arraigadas. Primero en la familia, después en la escuela, y también en la comunidad, donde se aprenden los roles y comportamientos tanto de hombres como de mujeres. Por supuesto que también la religión, las leyes y los medios de comunicación como la televisión y sus telenovelas, la radio y las revistas mandan mensajes de “cómo deben ser los hombres y cómo las mujeres”, lo que contribuye a condicionar su comportamiento. Así pues, todos somos, o en algún momento fuimos machistas porque lo aprendimos.
En un país evangelizado y lleno de tradiciones, la familia es la fuente inagotable de nuestros prejuicios, que irremediablemente se trasladan a una sociedad en descomposición, donde los valores y el respeto a la vida son cada día más escasos. Erradicar la violencia de género, y la violencia en general es una tarea titánica que no solamente le corresponde al gobierno. Es una tarea para las instituciones públicas y privadas, así como de la sociedad civil, las familias y los individuos; avanzando en ese sentido, se lograrán avances para que las mujeres no sean víctimas de explotación y discriminación en lo laboral, lo político, familiar y en todos los aspectos. Y un gran primer paso sería una mayor inversión en una educación, para lograr cantidad y calidad.
La lucha contra la violencia no es solo de las mujeres, es también de los hombres. La violencia de género nos mata a todos, nos duele a todos, y nos cuestiona sobre la superioridad ante las demás especies. Si nos transformamos internamente, después podremos hacerlo colectivamente. Así cambian los individuos, y así cambian los países.
Cuando hablamos de igualdad, es más que solo un derecho a la equidad, se trata de contribuir juntos para lograr un mundo en donde las mujeres no deban marchar para exigir que se respete su dignidad y su vida. Y en eso, todos somos responsables.
Hoy más que nunca tienen vigencia los versos que escribió hace más de tres siglos y que heredó para la posteridad Juana Inés de Asbaje Ramírez de Santillana, poetisa valiente y adelantada a su época, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón…”
RÁPIDAS MEXIQUENSES: Un fiasco, por decir lo menos, resultó el llamado programa “Un respiro para Ecatepec”, que a decir de las autoridades del municipio brinda apoyo con oxígeno gratuito para enfermos de Covid-19. Decenas de solicitantes se quejan de que ingresaron sus documentos y solicitud desde hace más de mes y medio sin que hasta la fecha reciban respuesta de un módulo donde no existe un responsable que de la cara ante los reclamos. Al marcar el número telefónico que proporcionan se escucha una grabación de la que es prácticamente imposible avanzar, por lo que no hay manera de comunicarse. Los trabajadores del lugar, al ser cuestionados informan que se ayudó a mucha gente durante los primeros días, en los que se proporcionaron más de mil tanques de oxígeno que la gente ya no devolvió y no hay manera de recuperarlos, como no hay forma de recuperar la documentación de quienes solicitaron un apoyo que nunca obtuvieron. Existen numerosas quejas, además de que en los alrededores del módulo ubicado en Avenida López Mateos y Boulevard de los Aztecas, de la colonia Ciudad Azteca han sufrido robo de autopartes, a pesar de que hay presencia casi constante de vigilancia policíaca.