- Presidenta del Congreso, Azucena Cisneros, con buenos gustos.
- De la crítica a la realidad hay un solo paso: ser diputado.
- Morena puso un rasero que varios de los suyos no van a respetar.
Comienzo este comentario aclarando que todo ciudadano tiene el derecho de adquirir una prenda de ropa, calzado o cualquier lujo que esté a su alcance. Si trabaja y los ingresos le son suficientes no hay por qué cuestionar los gustos, por muy excéntricos que puedan parecer.
Sin embargo, hay casos que ameritan un análisis especial cuando se trata de personajes y políticos que obtuvieron el voto ciudadano o arribaron al poder cuestionando, precisamente, esos pequeños detalles de los hoy pueden ser presa.
Soy de los que piensan que nunca debieron ser tema de debate los asuntos privados como la vestimenta o alimentación de la clase política, aunque también es de reconocer que son varios los casos de servidores públicos de todos los partidos, así como de dirigentes sindicales, que han sido exhibidos por sus descuidos, arrebatos o presunciones al amparo del erario; eso generó polémica y rechazo social que los llevó al descrédito.
Lo anterior viene a colación porque en redes sociales no tarda en surgir la crítica en torno a la presidente de la Mesa Directiva del Congreso local, la diputada de Morena, Azucena Cisneros Coss, quien desde que asumió el cargo ha lucido una que otra prenda de alta boutique. Por ejemplo, ayer durante un evento con la delegación de la embajada de Cuba en México, Cisneros Coos vistió una chamarra “Pineda Covalín”, que es una línea de ropa de diseñadores mexicanos con sucursales en los mejores centros comerciales del país y otras partes del mundo. La prenda cotizada en más de 3 mil 400 pesos, pudiera ser algo insignificante comparado con el salario de un diputado, pero de que la legisladora tiene buenos gustos, eso ni dudarlo.
Insisto, soy de los que piensan que no por ser gobernante o representante popular deben estar impedidos para vestir o comer tal o cual cosa, pero uno de los ejes centrales del discurso lapidario de Morena fue ese: el dispendio, los lujos y la vida de primera clase “del gobierno rico con pueblo pobre”. Creo que los alcances de sus dichos y acusaciones no fueron presupuestados a la hora de ejercer el poder. El rasero, al menos para su propia militancia, lo puso Morena.
Posterior a arremeter contra los políticos del despilfarro vino la idea –muy adecuada- de someter a un plan de austeridad a todo aquel funcionario público de los tres niveles de gobierno, quienes por ley ya no pueden ganar más que el presidente de la República; aunque eso tampoco significa que alguien siendo gobernador, senador, diputado, alcalde o cualquier otro servidor público no pueda vestir o comer mejor que el presidente.
Ni modo, Morena impuso un parámetro llamado “austeridad republicana” que para los suyos se traduce en serias limitaciones a la hora de vestir y comer, no por nada salió Martí Batres con esa puntada del #TupperChallenge. Morena inició la fiesta y ahora se aguanta porque “el pez por su boca muere”.
CANCIÓN, DICHO O REFRÁN
“A la escuelita de Jorge vamos a ir…”
Por cierto, Azucena Cisneros, presidenta de la Mesa Directiva del Congreso local, no sólo se ha tomado en serio su papel de dirigente en la máxima tribuna de la soberanía mexiquense, sino que también ha llevado sus arranques a ese espacio de debate y deliberación legislativa. A Cisneros Coos de pronto se le salen de control los diputados en las sesiones del pleno, pero recurre a la vieja práctica del “Profesor Jirafales” cuando grita “Silenciooooooooo”. Como no muchos le hacen caso, la presidenta del Congreso ha intentado aquella de la “Maestra Canuta”, en la escuela de “Jorgito”; poco le ha faltado para repartir reglazos que pongan en orden a los diputados trogloditas.