POR Norberto HERNÁNDEZ
Es altamente probable que esa sea la leyenda de sus tarjetas de presentación a partir de la primera quincena de octubre de 2020. Esta será la primera vez que el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) cuente con un dirigente de centro en un partido de izquierda. A Porfirio Muñoz Ledo le ganó la edad. Los llamados puros no estarán conformes con la elección de este cuadro político formado en otras trincheras, pero son ellos los que abrieron la puerta a su alternativa. Sus notables enfrentamientos y arraigadas diferencias internas los hace polemistas brillantes, pero incapaces de construir acuerdos de largo aliento, tan necesarios en la dinámica de la política nacional que promueve la cuarta transformación de México.
Tal vez no es el mejor y, seguramente, así lo piensan muchos de los militantes y simpatizantes de este partido; sin embargo, es el perfil del dirigente que requiere el momento político que vive o sufre MORENA. Sin duda, será de los seis que van a la encuesta final y contará con los apoyos políticos necesarios de grupos representativos o de reciente incorporación al partido. Eso marca una diferencia en la proyección de su campaña que empieza por ser aglutinadora de intereses y visiones distintas de moderados y de los considerados no fundadores del proyecto morenista.
Todo indica que es el candidato cuya tarea primordial es convertir al movimiento social en un verdadero partido político. Esa responsabilidad no la pueden o no la pudieron desarrollar los llamados puros. Privilegiar argumentadas diferencias puede ser una brillante manifestación de ideas, pero no son suficientes para construir en la política que es siempre imperfecta y que requiere que las partes ganen y cedan para avanzar en la difícil tarea de gobernar.
Hasta ahora, MORENA ha significado un desgaste interno al presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) que, a pesar de su partido, sigue con índices favorables a su desempeño en el poder presidencial. Al menos, electoralmente se percibe que cuenta con el apoyo de los electores para las próximas elecciones de 2021, sobre todo en la competencia por las gubernaturas. Desgaste, escándalos, descalificaciones, dimes y diretes es lo que el presidente ha presenciado en su partido.
Ante la urgente necesidad de apoyo, MORENA lo ha desgastado más que sus propios adversarios. Ha sido el caballo de troya en el proyecto de AMLO. Esas diferencias crecieron durante la dirigencia de Yeidckol Polevnsky Gurwitz. Sin duda, debatir es propio de los partidos democráticos, pero llegar a acuerdos es prioridad para los partidos en el gobierno. Puros e impuros se enfrascaron en una pelea por el control del partido y torcieron el rumbo para consolidarlo. Acontecimientos internos de ese tipo fracturaron al Partido Acción Nacional y son la causa de su desmantelamiento actual.
Los ganadores del pleito morenista han sido los medios de comunicación que han abierto sus espacios a los dirigentes enfrentados que, ingenuamente, han aceptado esas invitaciones con el pago de un alto costo para la imagen de un partido en formación. No son el Partido de la Revolución Democrática (PRD), pero como se le parecen. Ventilar las diferencias internas públicamente no es un acto de pluralidad, más bien de inmadurez política para un partido que está en funciones de gobierno en el orden federal, estatal y municipal.
Es impostergable que MORENA cuente con un dirigente moderado, que haga política para bien del proyecto del presidente y la continuidad de la 4T. Sin un dirigente proclive al entendimiento eso es materialmente imposible. Es cierto que los apoyos más importantes de Mario Delgado Carrillo son Marcelo Luis Ebrard Casaubón y Ricardo Monreal Ávila. Ambos actores con aspiraciones para suceder a AMLO. Esta vez, quien parece perder es la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum Pardo. Sin embargo, así es la dinámica y ella tendrá que hacer política del nivel requerido. No por un bien personal, simplemente porque el proyecto y su sobrevivencia así lo ameritan. Es absurdo que en medio de una campaña de desgaste al poder presidencial y de un proceso electoral decisivo, MORENA y sus cuadros dirigentes no hayan logrado un acuerdo mínimo de unidad. El sectarismo nunca ha construido y en este momento es lo que más ha dañado al proyecto de AMLO al grado que en algún momento amenazó con irse del partido.
Dadas las condiciones de la elección del dirigente nacional de MORENA será su primer triunfo luego de las elecciones presidenciales de 2018. La elección interna es un paso decisivo para consolidarse como el partido de la cuarta transformación de México. Solo así estarán a la altura del movimiento que encabeza el presidente de la República.