viernes, noviembre 22, 2024
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NI LA TIERRA NI LAS MUJERES SON TERRITORIO DE CONQUISTA 8 M

POR Ariel PÉREZ


 Unos 118 millones de mujeres en situación de pobreza, retroceso sin precedentes en la tasa de ocupación y aumento de la violencia machista es el legado más visible dejado en América Latina y el Caribe por la pandemia que estalló en 2020 y que sigue azotando a nuestra esta región, la de mayor desigualdad en el mundo.
La crisis provocada por la pandemia ha demostrado los grandes desafíos que tenemos como sociedades, haciendo más evidentes las desigualdades de género: las mujeres son las más afectadas por el aumento del desempleo, la pobreza y la sobrecarga de cuidados no remunerados.
 La gran problemática que se vive de machismo y falta de empatía no solo en México sino en todo el mundo, en plena conmemoración del 8 M es la Eliminación de la Violencia contra la Mujer es más que una emergencia, ya que todos los días, una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia sexual o física, en su mayoría, por parte de su pareja.
La violencia machista es la más extendida del planeta y en el contexto actual de pandemia ha aumentado. Es un problema estructural de un sistema que mata. Así mismo basados en el Ecofeminismo no podemos olvidar que la COVID-19 es una crisis medioambiental: una enfermedad infecciosa que ha pasado de un animal a seres humanos debido al desequilibrio de los ecosistemas. Ni la tierra ni las mujeres son motivo de conquista.
Es un llamado de atención a que vivimos en un mundo donde tanto las mujeres, su esencia y sus cuerpos, así como los recursos naturales que han sido feminizados para darles una connotación de inferioridad, se han visto como objetos que pueden ser dominados y explotados para el sostenimiento de un sistema patriarcal, capitalista y colonial.
El control de los recursos, la deforestación y el cambio de usos de suelo tiene consecuencias sanitarias. Y una pandemia conlleva un menor acceso a la salud sexual y reproductiva, aumento de la violencia, desigualdad económica y mercantilización de los cuerpos de las mujeres.
Los conflictos y las crisis humanitarias mantienen a las mujeres y las niñas al margen del progreso como certifican los informes Vínculos entre la Violencia de Género y el Medio Ambiente de la UICN, que analiza la naturaleza compleja e interrelacionada de la violencia de género en tres contextos: acceso y control sobre los recursos naturales, presiones y amenazas ambientales, y acción ambiental para defender y conservar los ecosistemas y los recursos.
Hay que cambiar el sistema. El sistema capitalista y patriarcal mantiene la violencia estructural, cultural y directa. Esa violencia que atraviesa el sistema y donde la interseccionalidad de las opresiones es clave.  Si eres una mujer racializada, con diversidad funcional, sin recursos económicos, si vives en una zona en conflicto: la violencia machista aumenta al ritmo de la pandemia. En México, las mujeres migrantes son las más vulnerables ante la COVID-19. Habitamos un planeta finito, no se puede mantener la misma forma de vida a costa de la explotación de los cuerpos de las mujeres.
Todo esto debe generar conciencia bajo una perspectiva antirracista, anticolonialista y antiespecista. Es un grito revolucionario que necesita ser escuchado a lo largo y ancho del planeta; es un recordatorio de que, al apropiarnos de nuestros espacios personales y colectivos como frentes de resistencia, las mujeres estamos liderando el cambio social y defendiendo la vida, no por diversión, sino por necesidad, ya que el sistema no sólo nos ha negado y degradado a nosotras, sino también al ecosistema del que somos parte.
 
Hago un llamado a las mujeres y hombres para que ejerzan su voto en 2021 y no se lo den a hombres o mujeres misóginos, violentos, que no hayan atendido la garantía al acceso de una vida libre de violencia. 

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