POR Luis Fernando ORTIZ HILL
Hoy como mexicanas y mexicanos, tenemos la capacidad de tener una percepción realista de nuestro presente, basada en datos estadísticos generados por institutos autónomos, mismos que han estado bajo asedio del Poder Ejecutivo recientemente, lo que nos permite tener una visión de los tiempos que viviremos. Tenemos mucho por conocer, exigir y crecer como sociedad y gobierno.
Gracias a esos datos podemos decir que el momento de las juventudes ha llegado, con nuestras voces se ha determinado el rumbo de las elecciones; por ejemplo, en las elecciones presidenciales de 2018, se tuvo una participación del 65% de los jóvenes de 18 años, primeros votantes atentos y sumamente participativos.
Sin embargo, esta actitud ha ido disminuyendo notablemente en los últimos dos años. El gran problema con esta juventud es que, a muy pocos de los 37 millones de mexicanos jóvenes, les interesa participar activamente en la política. Es válido cuestionarnos si se debe a una cuestión cultural; a la creencia que el gobierno y los órganos representativos no nos escuchan o a la muy errática creencia que ser político te convierte automáticamente en corrupto. Quizá la respuesta es que se trata de una combinación de estos y muchos otros factores que han ido mermando la participación juvenil.
La cuestión es sumamente preocupante, pues se corre el riesgo de que, como sector juvenil, perdamos esos foros que la política nos ha abierto con los años, los que, en algún momento, los movimientos de jóvenes pelearon y sangraron para que hoy seamos escuchados y tomados en cuenta.
En la selección de candidatos, los jóvenes vemos como se nos arrebatan avariciosamente las oportunidades, haciendo alusión a nuestra falta de experiencia y dejando de lado nuestra capacidad de generar cambios positivos.
Lo anterior, sumado a los factores antes señalados, han generado una completa desconfianza en la política como de participación activa de los jóvenes en la vida política, que no se centra en las elecciones; como vimos en 2018, el voto de castigo predominó y las propuestas se dejaron a un costado. Lo que originó que una agenda mucho más alejada al sentir juvenil progresista se apropiara del espacio público, haciendo que el México que vivimos sea muy diferente al que soñamos, pero no es lamento, sino un llamado para despertar, es momento de alzar la voz y exigir los lugares que nos corresponden en la política mexicana.
Hoy las juventudes debemos recordar lo que valemos, demostrar que, pese a que han señalado como la generación de cristal, tenemos la voluntad y fuerza necesarias para conseguir nuestras metas, pues ninguna otra generación tiene el dominio de la herramienta que ha dado forma a este siglo, la internet. Basta orientar este conocimiento a la arena política de ideas y no solo de grilleria absurda.
Es nuestro momento para que las juventudes recuperemos nuestra voz, demostrar que la generación de cristal, es la generación de la transparencia, que somos congruentes con el momento histórico que vivimos, reconquistemos los foros para expresar nuestras ideas y demostrar que estamos a la altura de los retos que la política nos presente.
Todos los institutos y organizaciones políticas del país, tiene que saber que las elecciones de 2021 serán con los jóvenes o no serán.
¡Abrazo de Gol!