POR Norberto HERNÁNDEZ
Si existiera un poco de visión de Estado y algo de nacionalismo en la llamada clase política mexicana la realidad del país sería otra. México es una tierra con riqueza en todo su territorio nacional. A pesar del saqueo ejercido durante trescientos años de la colonia, de los abusos cometidos por los llamados científicos durante la dictadura porfirista y de más de treinta años de políticas neoliberales no acabaron con el potencial del país. Además del petróleo, los puertos, la reserva de gas natural de la cuenca de burgos, recientemente en Sonora se ubicó un yacimiento de litio, a cielo abierto, considerado de los más importantes del continente, metiéndose en la competencia con Bolivia y Perú, pero con la ventaja de tener frontera con los Estado Unidos (EU).
Nada de eso ha sido suficiente para que la clase política encuentre la manera de hacer crecer y desarrollar al país como una potencia de orden mundial. Sus esfuerzos se han limitado a suscribir acuerdos aislados, donde las ganancias para el país han sido pírricas. Su propósito se limita a quedar bien con los empresarios y el gobierno norteamericano y nada más. Tan equivocados han sido sus propósitos que el día que por primera vez se reunió un presidente mexicano con uno de los EU ese día empezó la revolución mexicana.
El mandatario estadounidense vio tan viejito a Don Porfirio Díaz que su impresión fue negativa al considerar que ya no era garantía para proteger los intereses de los norteamericanos en suelo mexicano. Otros han ido a dar discursos ante el Congreso Americano, pero han terminado por aceptar políticas intervencionistas como las del combate al crimen organizado. El operativo rápido y furioso, donde se permitió la introducción ilegal de armas de alto poder al país, y la Iniciativa Mérida son dos penosos ejemplos de los errores cometidos por nuestros dirigentes nacionales. Eso sí, siempre han recibido aplausos del respetable socio norteamericano.
El modelo de hacer política en el país se ha limitado a ganar los espacios de poder público y tratar de mantenerse en su ejercicio el mayor tiempo posible; y, si para eso hay que quedar bien con los gringos, no dudan en hacerlo. El diseño electoral del sistema está creado y diseñado para facilitar el reparto de los cargos públicos. Se vale todo, lo importante es quedarse con algo, lo que sea, pero seguir en el juego que el sistema procrea. Los pobres, la salud, la seguridad, la educación, la ciencia y la tecnología no tienen ningún valor; para ellos solo son cosas que quitan el tiempo y recursos que se pueden repartir entre socios del clan.
El espíritu nacionalista de un francés, un inglés, un irlandés o un alemán no encuentra refugio en un político mexicano. Tampoco la moral y el servicio a la patria. A diferencia de los norteamericanos, donde respetar la constitución del país es casi un acto religioso, acá es una pantomima y un vulgar espectáculo.
Ante esta falta de compromiso con el presente y futuro del país de esa clase política, las elecciones cobran un nuevo sentido que es mantener vigente el Pacto Federal. Algunos gobernadores han mandado el mensaje de querer fracturar la unidad nacional sin que existan condiciones de fondo que lo ameriten. El solo hecho de perder las elecciones de 2018 ha despertado en ellos la intensión de balcanizar su región y luego impulsar un movimiento de separación territorial. La amenaza está latente en los estados del norte. De ahí la importancia que el partido del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, logre ganar la mayor cantidad de gubernaturas de las quince que están en juego el próximo 6 de junio de 2021.
La más relevante de ellas es la gubernatura de Nuevo León. Es un estado rico, con capacidad para competir globalmente, con empresas de talla internacional, pero con la clase política más conservadora del país. Ahí la izquierda no existe. Son de la derecha más identificada con la forma de vida y desarrollo de los EU. De ganar la oposición a la coalición de MORENA-PANAL-PVEM y PT tendrían una cabeza de playa para vigorizar sus propósitos. Los regios pueden jalar a estados como Coahuila, Sonora y Chihuahua; entidades que reclaman mayor participación en la distribución de los recursos del Sistema Nacional de Coordinación Fiscal. En eso fundamentan la idea de romper con la Federación. Es un pretexto, pero encubre un propósito real.
Su contrapeso es la fuerte identidad cultural del país. A nivel de los ciudadanos prevalece el sentido de identidad nacional; en la esfera de los grupos políticos, las intenciones son otras. Si MORENA y aliados ganan Nuevo León, la entidad se mantiene en el centro político del país, en caso contrario, queda abierta la agenda secesionista del norte de México.