viernes, noviembre 22, 2024
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PRI-PAN: Cambiar de Estrategia- NORBERTO HERNÁNDEZ

PRI-PAN: Cambiar de Estrategia

El presidente Enrique Peña Nieto y su equipo de negociadores sacaron la tarea legislativa de la Cámara de Diputados y la trasladaron a Los Pinos, a la mesa grande de la que nadie quería quedar fuera. Había que estar con el proyecto para no verse mal, para quedar bien con los grupos de interés y que en el exterior los comentarios fueran parejos sobre la apertura a la iniciativa privada en el sensible sector energético. El Partido Acción Nacional (PAN) estaba en su mole, dentro de los parámetros de su propuesta ideológica y política; el Partido Revolucionario Institucional (PRI) —cuya transformación inició en 1982 hacia un modelo distinto a sus orígenes fundacionales para adoptar la corriente neoliberal— fue el vocero de decisiones en las que no lo tomaron en cuenta y solo cumplió el papel de resignado acompañante de lo que acordaran con el Poder Ejecutivo. Signo de los nuevos tiempos. Ser revolucionario era anacrónico, naco y de mal gusto.

El Partido de la Revolución Democrática (PRD) fue la incómoda comparsa, pero necesario para dar legitimidad a la decisión de privatizar el sector energético, de jure y de facto. En el caso del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) conservó sus banderas de lucha política, en particular la defensa del petróleo y la energía eléctrica como factores estructurales de la soberanía nacional. Fue en contra del Pacto por México.

Los dirigentes nacionales del PAN y del PRD desplazaron a sus legisladores que, gustosos, asumieron la función de esperar la decisión presidencial convenida con sus partidos y votar en favor. De esta manera, había un presidente de la República y dirigentes nacionales de partidos convertidos en vicepresidentes de oposición dispuestos a negociar. Para el gobierno del presidente Peña Nieto fue un rotundo éxito. La operación política funcionó, pero nunca imaginaron un escenario de derrota electoral que modificaría los términos del Pactopor México, mucho menos que se pudiera dar marcha atrás con las reformas constitucionales aprobadas. El negocio de la subordinación del poder político al poder económico demostró tener la solidez del barro.

Los gobernadores también quedaron fuera de aquellas negociaciones entre el presidente y los dirigentes nacionales. A su intrascendente participación gratificaron con cercanía al poder presidencial, más dinero y oídos sordos a sus excesos en el uso y abuso del presupuesto público. Sensibles al momento, se subieron a la ola de declaraciones en favor de la aprobación de las reformas para que se viera el apoyo, fueron creativos en los calificativos a la iniciativa presidencial; una variedad de elogios para una acción en la que solo cumplieron órdenes. No hubo división de poderes, lo ocurrido fue la fusión de poderes para cumplir con un compromiso por décadas anhelado por los privados, sin importar la razón de Estado. En tiempos del régimen de partido único eso no hubiera sido ninguna novedad, pero en los gobiernos de la alternancia política constituyó una agravio al interés nacional. Una ofensa a la vocación democrática de los electores que no formaron parte de los temas de la agenda de discusión.

Con la iniciativa de AMLO sobre la reforma eléctrica, los diputados quieren recuperar su vocación deliberativa, los dirigentes de los partidos opositores a MORENA, que fueron los mismos que votaron las reformas del presidente Peña, también se han enfocado en hacer un frente único de lucha para no dejar pasar la propuesta. Lo malo de sus publicitadas intensiones es que están jugando el papel de voceros de intereses privados, cuando esa tendencia es la que motivó su derrota electoral en el 2016, 2018, 2021 y probablemente en el 2022, 2023 y 2024. Tanto el dirigente del PAN como el del PRI se equivocan si suponen que van a mover a su antojo a los diputados de los estados donde son gobierno. Eso no sucedió ni en los sexenios de Fox y Calderón, mucho menos ocurrirá con el encabezado por AMLO. Es oportuno que alguien recuerde a estos partidos que se deben al pueblo, al dinero público y son producto de las leyes del Estado Mexicano, no defensores de un grupo privilegiado de empresarios del capitalismo de cuates.

En particular, el dirigente del PRI nacional tiene la brújula perdida. No se ve cómo haga a un lado el poder político de los gobernadores a la hora de votar la iniciativa de reforma energética. Uno de ellos es el mandatario mexiquense que, en los casi tres años de gobierno federal, ha mantenido un entendimiento de altura con AMLO. Algo parecido ocurrirá con los gobernadores de Jalisco, Nuevo León, Hidalgo, Quintana Roo y Oaxaca.

El escenario es distinto al del sexenio anterior. Es mejor aceptarlo y cambiar de estrategia. Es momento que dejen de ser dirigentes y se asuman como líderes de sus partidos. Enfrentan un reto geopolítico, distinto a discutir solo una reforma.

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