Por Yuritzi BECERRIL-TINOCO
El nuevo Laocoonte, Clement Greenberg. Segunda parte
“El nuevo Laocoonte” de Clement Greenberg aparece publicado en el No. 7 de la revista Partisan Review en 1940. Greenberg expone su posición como una defensa al arte abstracto que no busca representar la realidad externa al objeto sino proponer una realidad distinta a la natural, utilizando un lenguaje visual autónomo y una iconografía propia.
En primer punto Greenberg argumenta que cuando a un solo arte se le da el papel dominante se convierte en el prototipo de todo arte que es imitado por las otras artes. En sus palabras, el arte dominante intenta absorber las funciones de las otras artes que, sometidas, se pervierten y distorsionan.
Esto sucedió a la pintura y la escultura quienes intentaron reproducir los efectos de la literatura. A esto atribuye Greenber la decadencia de estas artes en el siglo XVII y XVIII. En el texto Greenberg expone con grandes saltos temporales la evolución de las artes plásticas explicando los paradigmas de representación. Explica que la pintura decimonónica rompió por primera vez con la literatura con la pintura del comunero de Courbet: “Courbet, el verdadero pintor de vanguardia intentó reducir su arte a los datos sensoriales inmediatos pintando únicamente lo que el ojo podía ver en cuanto máquina no auxiliada por la mente”.
Greenberg expone que las artes hacen un esfuerzo por expandir los recursos expresivos del medio, no para expresar ideas y nociones sino sensaciones (los elementos irreductibles de la experiencia) con mayor nitidez. En su opinión, la influencia corruptora de la literatura solo se hace sentir cuando se descuidan los sentidos.
Para Greenberg, la pureza en las artes consiste en la aceptación voluntaria de las limitaciones del medio de cada forma artística, este concepto es una preocupación en las artes, que pretende ser universal.
De acuerdo con Greenberg, la confusión de la literatura se despeja cuando los franceses y españoles en Paris llevaron la pintura al borde de la abstracción pura, es consumada por los holandeses, alemanes y americanos. Es en sus manos donde el purismo abstracto se consolida en escuela, dogma y credo. Hacia 1939 el centro de la pintura abstracta se desplaza hacia Londres mientras que en Paris, la generación más joven de españoles y franceses reacciona contra la pintura abstracta y regresa –según Greenberg– a la confusión de la literatura.
Greenberg destaca el valor de la pintura abstracta como superación de la representación mimética de la naturaleza y la liberación de la influencia de la literatura (Greenberg, 1940).