viernes, noviembre 22, 2024
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MODELO ENVIDIABLE- NORBERTO HERNÁNDEZ

Modelo envidiable

Ahora que los aspirantes a la gubernatura del estado de México se empiezan a manifestar es necesario tener presente los procedimientos que cada partido tiene para elegir a su candidato. No necesariamente es un proceso acorde a los deseos de los numerosos militantes que reúnen los méritos y los requisitos para competir por el cargo; a veces el método se diseña para ser el primer filtro que cierra el paso a los más entusiasmados. Si bien buscan cumplir con la legalidad electoral, es más un acuerdo de tipo político lo que define la designación. Criticado y criticable, el modelo del Partido Revolucionario Institucional (PRI) es el más envidiado por sus competidores. En el partido se hace de todo, pero se acata la instrucción que baja hasta el último militante. Desde su fundación, en 1929, se designa y punto.

La disciplina priista dio a México décadas de estabilidad política fundadas en el autoritarismo y en la continuidad férrea del presidencialismo a ultranza. El Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, lo dijo con precisión inspiradora. México es la dictadura perfecta. Es una dictadura camuflada; tiene todas las características de la dictadura, la permanencia, no de un hombre, pero si de un partido, un partido que es inamovible. Un partido que concede suficiente espacio para la crítica en la medida que esa crítica le sirve, porque confirma que es un partido democrático, pero que suprime por todos los medios —incluso los peores—, aquella crítica que, de alguna manera, pone en peligro su permanencia tanto es una dictadura que todas las dictaduras latinoamericanas han tratado de crear algo equivalente al PRI en sus propios países.

Una vez que el presidente de la República designaba a su sucesor nada impedía su ascenso ni su victoria. Lo mismo sucedía cuando se destapaba al candidato a una gubernatura. En su momento, los gobernadores imitaban el mismo modelo en la elección de los candidatos a presidentes municipales, diputados federales, locales y a senadores. A eso se llamó la disciplina del partido. Después de las elecciones de 1988, la tendencia cambió, porque el partido tuvo que ceder victorias electorales por acuerdos políticos del presidente. Fueron las conocidas concertacesiones, particularmente con el Partido Acción Nacional (PAN) por haber apoyado la calificación de la elección presidencial en favor de Carlos Salinas. Materializada la alternancia en el poder público, los priistas han mantenido su disciplina, a pesar que algunos de sus miembros han renunciado cuando no se cumplen sus expectativas.

Conforme ha pasado el tiempo y en la medida que gana elecciones, el PAN se ha convertido en un PRI bootleg. El personaje que tiene el control del partido tiene el control de todo. En el ámbito del estado de México, la novedad es que el líder político no necesariamente es el dirigente del partido. La figura fuerte puede imponerse anticipadamente como aspirante y moldear todo el proceso interno. Pero suceden dos variantes de tiempo. Se puede simular la elección interna, ser el candidato, pero no reunir las condiciones para ganar. Solo se tiene candidato para competir. Entonces, el poder regresa al presidente del partido, porque el derrotado ya no tiene la misma influencia. Si prevalecen fuertes diferencias entre el comité nacional y el local del partido, entonces viene la designación del candidato. En este caso, también se compite, pero no se gana. En algún momento, el candidato puede no ser de las simpatías de la dirigencia local y nacional, lo que limita sus posibilidades de triunfo. De la derrota, siempre recupera poder el dirigente del partido, porque así está diseñado el PAN en lo político y en lo estatutario.

En el caso del Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA) se presenta un escenario decisivo. Existe una región del estado que reúne a los aspirantes con mayor posibilidad de ser nominados candidatos. Es el Atlacomulco clon del PRI. Pero sus esfuerzos locales tienen una condicionante con dos incisos. El primero es que la fuerza local no es suficiente para ser el candidato; todavía hay que buscar el visto bueno del presidente como líder nato del partido. El segundo es que hay que estar atentos al escenario nacional y confirmar si la opción federal es ganar la entidad. Puede que las negociaciones legislativas en el orden federal tengan un costo del peso de la gubernaturamexiquense. Como dijo Enrique de Borbón, “Paris bien vale una misa”; la gubernatura bien vale los acuerdos necesarios para garantizar la continuidad de la 4T en el orden federal. Recordemos que si hay una identidad ideológica es entre el PRI y MORENA.

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