POR José MANZUR LIZARRAGA
Recientemente se han estado dando a conocer diversas cifras en materia económica, las cuales lejos de ser alentadoras o darnos certidumbre como nación, nos muestran que nuestro devenir económico es cada vez más débil, equívoco e incierto. Además, evidencían la incapacidad de un gobierno que generó grandes expectativas, pero que la realidad, lo ha rebasado contundentemente.
En materia de crecimiento económico, tenemos un PIB que dista mucho de ser el que se nos prometió en campaña, a tal grado que la expectativa gubernamental de +4.5% de crecimiento anual, actualmente se especula en una caída de entre [-7.0% y -9.9%], de ser acertado este pronóstico, será la peor contracción económica en México desde que se tiene registro.
Con respecto a la inflación, definida como el aumento generalizado en precios, se nos dijo que esta no aumentaría durante el sexenio, o que en su defecto lo haría por debajo del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB). El problema aquí es que nuestra economía lejos de crecer, ha decrecido abruptamente, efecto que hace más dañino aun el impacto inflacionario.
Sin embargo, hoy se dio a conocer que la inflación ha aumentado en 3.99%, lo que la sitúa en su nivel más alto durante 14 meses, en términos económicos esto significa que tenemos una economía en recesión y que además los precios que pagamos como consumidores por la adquisición de bienes y servicios, se encuentran a la alza, afectando mayormente a quienes menos tienen.
Si volteamos a ver la deuda pública, entendida como aquellos prestamos monetarios nacionales y extranjeros contraídos por el sector público para satisfacer las necesidades de gobierno; se nos prometió que esta se mantendría constante durante el sexenio. Sin embargo, en el 1T del 2020 esta ha crecido en 11.3%.
La deuda es un mecanismo gubernamental que debe utilizarse responsablemente con la finalidad de ejecutar políticas públicas que traigan consigo certidumbre y desarrollo. Por tanto, es un error utilizarla para proyectos como refinerías o la construcción de un aeropuerto, ya que carecen de viabilidad y esto genera un efecto adverso que trae incertidumbre, desincentiva la inversión y además aumenta nuestra deuda gubernamental.
La baja productividad del trabajador mexicano es un problema serio que aqueja a nuestra economía. Esto significa que si nos comparamos con otros países, nuestra mano de obra genera mucho menos riqueza por hora trabajada. En términos económicos, la productividad es un indicador muy importante ya que mientras mayor sea esta, se pueden producir más bienes y servicios con recursos escasos en un periodo de tiempo determinado.
La productividad laboral es explicada por distintos factores entre los que destacan tres: capital humano (mano de obra), capital físico (maquinaria) y progreso tecnológico (automatización, tecnologías). En México, esta tercia de factores se satisfacen en buena medida dado que somos un país con acceso a tecnologías que en teoría deberían hacer más eficiente nuestra productividad.
Según el Dr. Sergio Negrete, la baja productividad laboral en México se explica en gran medida por la gran rigidez laboral que caracteriza nuestro mercado de trabajo. Misma que genera dificultades para crear empleos y para despedir mano de obra contratada, lo cual protege a los trabajadores que ya se encuentran trabajando, desincentivando de esta forma la competencia.
El problema de tener un mercado laboral rígido, es que dada la baja rotación de personal, no da pie a la profesionalización y competencia por un puesto de trabajo. Esto genera que una vez que la persona es empleada, tenga su lugar seguro y que este no esté en función de su capacidad, eficiencia o resultados.
Los sindicatos son sin duda grandes aliados de los trabajadores, dado que en teoría luchan por hacer valer sus derechos y los protegen de abusos patronales en lo laboral. Sin embargo, se debe repensar qué tanta libertad y poder se les debe dar a estos, dado que son los principales interesados en frenar el progreso tecnológico por miedo a ser reemplazados por máquinas.
Se debe buscar un equilibrio en el que por un lado sean respetados los derechos de los trabajadores, pero que a su vez, se busque detonar y hacer crecer la productividad de nuestra mano de obra. En suma, buscar eficientar nuestro proceso de producción y con ello generar un impacto positivo directo en nuestra economía.