POR Norberto HERNÁNDEZ
Luego de las elecciones de 1988, 1994 y 2000, el político que no tenía peluche no era de la élite. Vale la pena recordar aquél exitoso programa de Televisión Azteca donde caracterizaban a los líderes políticos del país con un ingenio único, gratamente aceptado entre los televidentes de todas las edades. En verdad fueron famosos el Cuatemochas, el Jefe Ciego, Chente Fax y Carlos Orejas de Portari. De este último, hubo mascaras en cada crucero importante de la ciudad de México. La sátira jaló el interés de una mayoría de mexicanos que se divertía con los diálogos de aquellos simpáticos muñecos. Eran tiempos en que no existían las redes sociales y la televisión se asumía como el medio más efectivo para entrar a los hogares, donde conviven y radican los electores.
Es probable que en las elecciones presidenciales de 2000, Chente Fax haya sumado votos al entonces candidato del Partido Acción Nacional (PAN) y Carlos Orejas de Portari, al contrario, restado sufragios al candidato del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Vicente Fox llegó a entrevistarse con su propio peluche. La hora del noticiero estelar de la televisora logró atraer la atención del respetable por la crítica hacia figuras de la política nacional. Al final todo giraba en burlarse y divertirse como lo hacían quienes tuvieron la fortuna de ir a las funciones del “Rey de la Carpa”, Jesús Martínez Rentería, mejor conocido como Palillo Martínez, que portaba un amparo en la bolsa, porque sabía que lo iban a detener por hacer mofa de los políticos en las obras de teatro, donde actuaba para el pueblo.
Aludiendo al título de una de las obras de Mario Vargas Llosa, los tiempos de Palillo fueron tiempos recios. En diversas ocasiones, los teatros donde se presentaba fueron clausurados; en otras fue golpeado por el agravio que causaba a los políticos los chistes sobre su persona. Al Jefe del Departamento del Distrito Federal, Javier Rojo Gómez lo llamaba “Lamiel Poco Comes”; en represalia era multado por faltas a la autoridad. Pero Uruchurtu, el famoso regente de hierro del Distrito Federal se enojaba un poco más; lo metió seis veces a la cárcel y en diez ocasiones cerró el teatro donde levantaba el telón.
¡Y miren si no era atrevido! En el apogeo del culto al presidente, a Luis Echeverría dedicó la obra “Adiós Guayabera Mía” y al presidente José López Portillo acomodó una pieza a la medida de su vanidad “Agarren a López Por Pillo”. Otras más fueron “la Corrupción, S.A.”; el Maleficio del PRI” y “Cuna de Robos”. Sin duda, fue el portavoz del barrio por criticar, a partir del humor, a tanto político ladrón y sinvergüenza. De la carpa también salió Mario Moreno “Cantinflas” que hizo una de las películas más recordadas sobre política: “Si yo fuera Diputado”.
En realidad, el trabajo artístico de Palillo Martínez fue un medio de crítica dura y certera hacia una clase política, en aquellos años, intocable. Tan efectivo como “los Peluches”, pero en un tiempo donde hacer chistes de un presidente era algo temerario. En términos de propaganda política, el espectáculo carperil de Palillo contribuyó a despertar al electorado en contra del régimen y su partido. La oposición ganó espacio con el humor del artista y votos razonados a partir de la sátira política. Si este querido y recordado guadalajareño viviera ya se lo estuvieran peleando los partidos para hacerlo candidato en su natal Jalisco. ¡Júrenlo!
Más reciente fue el programa televisivo de Héctor Suárez, ¿Qué nos pasa? (1986-1987) El último de la televisión mexicana bajo la línea dura, como lo hacía en sus obras Palillo Martínez. La diferencia entre uno y otro fue la masificación que brindaba la televisión. Los sketches de “El contratista” y “El secretario… de cualquier secretaría”, representaban bien a la clase política que padecimos por décadas y que todavía se resiste a desaparecer.
Las nuevas generaciones seguro recuerdan dos de los programas de mayor audiencia que ha tenido Televisa en los años de la alternancia política del país: “El Privilegio de Mandar” y “La Parodia”. En ambos, el humor ganó audiencias, que de la política y los políticos no quieren saber nada. En la mesa de la mafia del poder, ¡Vicente Fox jugaba cartas apostando frijoles, porque los hijos de Marta se acabaron su dinero! Y Andrés Manuel se llevaba las palmas por la interpretación exitosa que hacia el actor que lo caracterizaba. Riqui, Riquín Canallín también pasaba lista y Peña hacia escenas que destacaban sus frecuentes yerros. ¡A Margarita se la acabaron! Entre risa y risa, el empoderado fue Andrés Manuel y no ella. ¿Eran dos? No, menos; como cinco.
Según la época y las audiencias, la risa también ha sido un medio para hacer política. En todo momento sus diseñadores influyen en el ánimo del elector.