viernes, abril 19, 2024
InicioOpiniónMi experiencia con el Covid

Mi experiencia con el Covid

POR Alberto ABREGO

“Como un mar, alrededor de la soleada isla de la vida, la muerte canta noche y día su canción sin fin”.

Rabindranath Tagore

 

“La muerte es un desafío. Nos dice que no perdamos el tiempo… Nos dice que nos digamos ahora que nos amamos”

Leo Buscaglia

 

Nunca es posible imaginar cuándo la vida nos dará una sacudida, una lección que nos haga replantear lo que hemos construido y cómo lo hemos hecho.

 

En tan solo tres semanas toda mi vida pasó por mi mente: mi niñez, mis padres, mis escuelas. Mi familia y mis hijos; mis logros y mis fracasos; mis aciertos y mis errores. Di cuenta de mi orgullo y mi soberbia, de mis fortalezas y debilidades, de mis actos memorables y de los que no me enorgullecen.  Así puede resumirse mi experiencia con el Covid, esta enfermedad que azota al mundo, que nos hace sentir vulnerables y nos recuerda cuán pequeños somos en este mar de vidas en medio de esperanzas y desesperanzas que nos convierte en seres totalmente dependientes.

 

El pasado 7 de enero, al presentar fiebre y una rara sensación de fatiga en el cuerpo, mi esposa y yo decidimos realizarnos una prueba Covid, que resultó ser positiva. Al día siguiente, también mi hijo mayor. Todos sentimos ese extraño frío que recorre la espina dorsal y de inmediato vinieron a nuestra mente las estadísticas de coronavirus en nuestro país, que crecen alarmantemente y sin indicios de mejoría.

 

El virus invadió mi casa. Toda mi familia estaba infectada. En el día uno de la enfermedad, fiebre, cefalea, malestar general y el diagnóstico de positivo a Covid-19. Nos pusimos en manos de Dios y de nuestro médico, que nos dio tratamiento y la orden de aislamiento total. Para el día seis los síntomas se agravaron, la tos era excesiva, sudoración exagerada, dolor de articulaciones y alteraciones en el sueño y por lo tanto, del sistema nervioso. El día nueve empezó la verdadera crisis, las dificultades para respirar y una oxigenación de 78 preocupó al médico que nos visitó en nuestra casa y estimó la imperiosa necesidad de conseguir oxígeno.

 

Las noticias en televisión evidenciaban cientos de personas desesperadas en busca de un tanque de oxígeno para sus familiares enfermos, las empresas distribuidoras no se daban abasto y ya ni contestaban los teléfonos. Asistimos a un hospital del ISSSTE, donde definitivamente no había espacio y nos regresaron a nuestra casa con una montaña de medicamentos y la urgencia de conseguir el tan ansiado oxígeno medicinal. La familia, siempre solidaria se dio a la tarea de conseguirlo. ¿Cómo lo hicieron?, no lo sé, pero 48 horas después lo teníamos, y volvíamos a respirar casi con normalidad.

 

En los días subsecuentes, con disciplina y esperanza la crisis fue pasando. Las piernas ya respondían un poco, las fuerzas regresaban y en el día veinte veíamos la otra orilla. Hoy en día, en plena recuperación, hacemos ejercicios pulmonares y las terapias respectivas. Lo peor ha pasado.

 

Al respecto, sólo puedo tener palabras de gratitud para todos por la gran cantidad de muestras de cariño, apoyo y fuerza recibidos. A mi esposa, que a pesar de su gravedad y sus temores demostró siempre valentía y me alentó a luchar. A mi hijo mayor, que soportó el peso de la situación y demostró lo que siempre ha tenido, un gran amor por su familia. A mi hijo menor, siempre valeroso y preocupado, mostrando su cariño. También mi reconocimiento especial a la persona que no escatimó esfuerzos y preocupaciones, desprendiéndose de manera incondicional y generosa de cariño, energía, tiempo, horas de sueño, oraciones y recursos para conseguir lo necesario, salvadora de nuestras vidas. Y a la persona que heredó la nobleza de sus padres, sacrificando tiempo y recursos, que consiguió quién sabe cómo un concentrador de oxígeno, y que no importando la hora llevó varias veces al médico a mi casa. A quienes cuidaron, y aún cuidan de mi hijo menor mostrando apoyo en todo momento. A quienes hicieron posible la consecución de un tanque de oxígeno. Al médico, joven, talentoso, esmerado, entregado a su tarea, ejemplo de sensibilidad y amor por su trabajo. Al familiar que, también enfermo compartió siempre mensajes de ánimo y solidaridad. A quienes nos llevaron alimentos. A quienes nos ofrecieron recursos económicos. A quienes nos llamaban a diario. A los familiares que hicieron todo lo posible por conseguir lo imposible. A los que nunca permitieron que nos sintiéramos solos. A los que siempre nos hicieron sentir la calidez y el cariño. Y también a quienes decidí que no se enteraran, por la distancia y para evitar preocupaciones mayores, pero que sé que hubieran estado de la misma forma, con cariño y solidaridad. A quienes siempre tuvieron mensajes de aliento y de apoyo. A todos ellos, por su gran calidad humana, mi enorme gratitud por siempre.

 

Sólo quienes hemos sobrevivido a esta enfermedad, y los familiares, tenemos idea de lo fuerte que es. Roba la salud, acaba con la energía, destruye la confianza, erosiona la esperanza, potencializa los miedos y consume los recursos. Esto nos obliga a replantearnos la vida, a verla de otra manera. No podemos haber vivido todo esto y ser las mismas personas. Las tres semanas de Covid han sido un parteaguas en la vida de mi familia, y nos debe motivar a ser mejores seres humanos.

 

Y a los que alegremente organizan fiestas y reuniones, porque no pueden soportar unos días, o meses de confinamiento, les pido que vean los datos oficiales, al día de hoy 160 mil muertes que la mayoría pudo haberse evitado, pero la infinita estupidez e ignorancia de algunos sigue propagando sin control un virus que desnuda sus egoísmos y su perversa indiferencia.

 

A los que son incapaces de permanecer sin socializar, sin festejar una fecha, mi profunda decepción por la falta de solidaridad ante su sociedad.

 

En estos momentos miles de familias están sufriendo los estragos de este virus maldito. La desesperación es manifiesta, la frustración parece no tener fin. Para ellos, también mis oraciones.

PODRÍA INTERESARLE ...

MÁS LEÍDO