viernes, noviembre 22, 2024
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Que cuando se vaya a la chingada todos estemos contentos

POR Isidro O’SHEA

 

Me parece inconcebible que existan personas que de verdad piensen que hay mexicanos que desean que le vaya mal a un presidente de la República, cualquiera que éste sea, y cualquiera que sea su partido; en este caso a Andrés Manuel López Obrador. Pensar ello me parece, con todo respeto, de mentes sumamente limitadas, incluso me atrevería a decir, que ni siquiera los excandidatos que en su momento fueron sus contrincantes desean que le vaya mal.

 

Y es que desear que le vaya mal a un presidente, es – obviamente- desear que le vaya mal en sus resultados gubernamentales, y por evidente que esto parezca, es importante señalar que, si los resultados son malos, estos resultados son efecto y a su vez causa, de que a los mexicanos nos está yendo mal.

 

Así pues, resulta una cadena, desde mi perspectiva, sumamente observable: si a un presidente le va mal, es porque sus resultados son malos; si sus resultados son malos es porque los mexicanos no están conformes o contentos; si los mexicanos no están conformes o contentos es porque la están pasando mal; si nos está yendo mal, es porque los resultados gubernamentales están resultando malos (se cierra el círculo).

 

De esta manera, pregunto ¿Quién va a querer que le vaya mal a un presidente?; vuelvo a responder, si le va mal al presidente, le está yendo mal a México, y el hecho de que un país esté mal, no es algo subjetivo, pues un país no debe verse como algo abstracto, un país es su gente, por lo cual si un país está mal es porque la gente está mal.

 

Dicho eso, debe ser más que obvio que todos y todas, deseamos desde el momento que supimos que Andrés Manuel López Obrador iba a ser nuestro gobernante, que a éste le fuera bien, incluso siempre desearemos (las mentes racionales) que el nuevo presidente sea el mejor presidente de la historia.

 

Si queremos cifras favorables en cuestión de seguridad es porque nadie quiere ser asaltado; si queremos que las cifras en cuestión laboral sean positivas, es porque ello de alguna manera significa que hay menor incertidumbre de que nosotros o uno de los nuestros pierda su trabajo; si observamos que la salud pública avanza, esteremos felices, pues ello nos dará certidumbre de que hay una cama y medicamentos para el día que lo necesitemos; si en materia de educación observamos que nuestros índices mejoran, significa que nuestros niños están mejor preparados; si vemos que llegan vacunas para combatir la pandemia, todos estaremos contentos, pues ello significa, que pronto cada uno de los mexicanos estaremos a salvo de esta terrible enfermedad. Si incluso dicho lo anterior, alguien no ve la estrecha relación entre que al presidente le vaya bien y a nosotros también, es porque su mente está cerrada y sumamente obsesionada.

 

Hoy desafortunadamente, al presidente y a su gobierno les está yendo mal, y les está yendo mal producto de sus malas o pésimas decisiones; les está yendo mal por su egocentrismo, por no darle cabida al diálogo, y a cualquier crítica acusarla de provenir de aquellos que quieren que le vaya mal. Aunado a lo anterior, hoy el presidente no se puede escudar en el Congreso de la Unión, pues cuenta con la mayoría; sin embargo, él nunca tiene la culpa, la culpa la tienen los periodistas, los antecesores, los de la mafia del poder, los del INE, él jamás.

 

Parece que tenemos que salir a nuestras puertas y ventanas a decirle al presidente que queremos que le vaya bien, pero parece que es necesario (desafortunadamente) decirle que para que le vaya bien necesitamos: medicamentos para los niños con cáncer; que se combata a la inseguridad; camas en los hospitales públicos; educación de calidad; libertad de expresión; instituciones de respaldo, etc.

 

Al presidente hay que decirle que hoy le está yendo mal; que no en vano, ni sus más cercanos colaboradores le han renunciado, que le han renunciado precisamente porque no quieren ser parte de la tragedia que está marcando a su gobierno. Sin embargo, quizá deba yo reconocer que estoy pecando de inocente, pues no es al presidente a quien hay que decirle, es sobre todo a sus seguidores, a sus fanáticos, a aquellos que no quieren ver el fracaso de su líder aunque sea más grande que el sol, a aquellos que ante todo contestan frases infantiles y poco empáticas como: seguramente te quitaron tus privilegios; ponte vitacilina; de seguro eres prianista; estás ardido; etc.

 

Dichos argumentos además de infantiles son insostenibles ¿Cómo es posible que a todo aquel que genere crítica hacia el presidente le digan que es prianista o que seguramente perdió sus privilegios? Si ello fuera cierto, lo anterior significaría que, por lo menos 40% de la población tenía privilegios o eran prianistas, cuando las cifras al respecto son claras, los privilegiados de este país y del mundo entero apenas representan al 10% de la ciudadanía. Tan insostenibles son dichas frases, que incluso las principales teorías de comportamiento electoral señalan que el voto económico, es decir, el voto que busca premiar o castigar a los gobiernos con base en la situación económica, no responde a una lógica donde el elector evalúa sus circunstancias económicas personales, sino las circunstancias económicas de la colectividad.

 

Señores: desafortunadamente al gobierno de Andrés Manuel López Obrador le está yendo mal y por ende a la mayoría de nosotros también, ello se refleja: en que no estemos tranquilos al salir de casa; nos den un cristalazo en el coche; en que hoy día si alguien de nuestra familia se enferma, no sepamos en cuál hospital público lo podrán atender; en que nuestros niños no estén tomando clases de calidad; los negocios de amigos quiebren; y muy desafortunadamente, en que ya, prácticamente todo México haya experimentado la tristeza que provoca la muerte de un familiar o amigo a causa del COVID; y efectivamente, en la terrible incertidumbre de saber cuándo podremos estar vacunados.

 

Así, resulta evidente que cualquier mexicano racional quiera que al gobierno de Andrés Manuel López Obrador le vaya bien; porque sus resultados no son un ente aislado o producto de la nada; no son una máquina de casino que se deba a la suerte; sus resultados son espejo de cómo estamos viviendo los mexicanos.

 

Quizá, y lo dejo sobre la mesa, sin asegurar nada, el único que desea que no le vaya bien a su gobierno es él mismo, Andrés Manuel López Obrador, porque está cegado y no ve la realidad del país, porque al fin y al cabo hoy sus hijos cuentan con un futuro asegurado; con fábricas de chocolates y cervezas; con dinero en paraísos fiscales, y porque el hecho de que a su gobierno no le esté yendo bien, a diferencia de todos los demás mexicanos, no es sinónimo de que a su familia no le esté yendo bien.

 

Ya son más de dos años de su gobierno, ya podemos decir con total certidumbre que vamos por un mal rumbo; sin embargo, aún hay tiempo, hay cuatro años por delante en los cuales todos los mexicanos deseamos que al gobierno de Andrés Manuel López Obrador le empiece a ir bien, que como dicen ellos, le empiece a ir requetebién.

 

Hoy 2021, todos queremos estar contentos producto de sus buenos resultados. Todos deseamos que producto de sus buenos resultados, en el 2024 todos y todas podamos estar felices cuando le toque irse a su rancho llamado “La chingada”.

 

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