jueves, mayo 2, 2024
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Historia | El cumpleaños de Pintado, se parecía más al aniversario de su “secuestro”

 

 

Mientras abría unas cajas con cuidado, se maravillaba con los objetos que había adentro; vestidos, muñecas, juguetes, fotos, entre otras cosas que le recordaba la vida que compartió con su padre, Manuel, quien falleció en 2010, seguido por su madre, Petra, cuatro años después. Despejando un poco el garaje de su casa en el Campo de Criptana; un pequeño pueblo del sur de Madrid, Ana Belén Pintado, encontró unos papeles que nunca había visto.

 

Documentos fechados a más de una década, señalaban que Petra Lucas-Torres de 31 años había intentado tener una familia pero unas radiografías indicaban que tenía una anomalía uterina y las trompas de Falopio obstruidas. Históriales médicos que indicaban que la madre de Pintado había sido estéril, la fecha del diagnóstico marcaba un 14 de abril de 1967, seis años antes de que naciera ella.

 

Una serie de aspectos desconcertantes ya estaban presentes en su vida; no tenía hermanos, lo que era raro en un pueblo católico. Mucho más visible se hizo el panorama, luego de la muerte de su padre, ya que un abogado que se ocupaba de la herencia encontró unos papeles que demostraban que ella había nacido con un apellido diferente, pero antes de que alguien de la familia pudiera examinarlos con detenimiento, su madre arrebató los documentos y se negó a volver a hablar de ellos.

 

Escudriñando los papeles, sentada entre cajas y pensamientos encontrados, Ana Belén encontró un certificado de nacimiento, que indicaba que su madre había dado a luz a una niña en la maternidad Santa Cristina de Madrid. “Buen aspecto y vitalidad, buena coloración”, escribió un empleado del hospital, el 10 de julio de 1973.

 

Leyendo de nuevo y detenidamente, pudo ver que alguien había arrancado el tercio superior del papel, dejando un borde irregular. Su partida de nacimiento había sido manipulada, había algo que se quería ocultar. Y con gran vértigo, se dijo así misma: “soy un bebe robado” pues ella conocía desde hacía tiempo este fenómeno.

 

Los -bebés robados-, fueron solo una parte de la pesadilla nacional que comenzó en España con la llegada del comandante Francisco Franco al poder del ejército de derecha. Quien formaba parte de un grupo de oficiales militares que conspiraron para derrocar al gobierno español en una rebelión del ejército en 1936, lo que desencadenó la Guerra Civil española. Y de la noche a la mañana, España pasó de ser una democracia a un país en el que los escuadrones de la muerte acorralaban y ejecutaban a izquierdistas e intelectuales.

 

Cuando los nacionalistas franquistas no pudieron someter al País Vasco, recurrieron a los aviones de guerra de la Alemania nazi que arrasaron la ciudad de Guernica, lo que inspiró el famoso cuadro de Pablo Picasso que lleva su nombre. La crueldad era típica de un nuevo tipo de autoritarismo que comenzó a derribar las democracias una por una en Europa en la década de 1930. Pero a diferencia de Adolf Hitler, Franco sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial. El régimen español perduró como un estado fascista en el corazón de la Europa moderna.

 

Como líder supremo de España, Franco adoptó el título de Caudillo, y pronto comenzó a eliminar las libertades sociales dentro del país. Hasta principios de la década de 1930, España había sido uno de los países más progresistas de Europa, al permitir el divorcio de las parejas casadas y que las mujeres solicitaran abortos. Bajo el régimen de Franco, esos derechos fueron rápidamente anulados. Se prohibió la anticoncepción, se penalizó el adulterio y las mujeres perdieron el derecho al voto. Se censuraron los periódicos y se prohibieron muchos libros, incluidos los de Federico García Lorca, el poeta y dramaturgo más famoso de España.

 

Pero uno de los abusos más duraderos de la época lo sufrieron los niños. A finales de los años treinta y cuarenta, Antonio Vallejo-Nájera, un destacado psiquiatra del régimen que se formó en la Alemania nazi; promovió la idea de un “gen rojo” marxista que “portaban” los hijos de los opositores izquierdistas de Franco. El “gen”, decía, podía suprimirse al separar a los niños de sus padres y ubicarlos en familias católicas “acomodadas”. Los hombres de Franco pronto comenzaron los secuestros a gran escala. Se centraron en los niños huérfanos de los pelotones de fusilamiento de Franco y se llevaron a los recién nacidos de las mujeres que habían dado a luz en la cárcel como presas políticas. Todos fueron enviados a que los criaran personas leales al régimen.

 

Con el giro dramático de la Iglesia católica, que permitió que sus monjas y sacerdotes se convirtieran en socios del régimen de derecha. Según las madres biológicas, las monjas que trabajaban en las maternidades se llevaban a los bebés poco después de dar a luz. A estas mujeres a menudo solteras y/o pobres, luego del parto y apenas a conciencia, les decían que sus hijos habían nacido muertos. Nadie sabe exactamente cuántos pequeños fueron secuestrados, pero las estimaciones apuntan a decenas de miles y así fue el inicio de la era de los “bebés robados”.

 

Ana Belén decidió ir al ayuntamiento de Campo de Criptana para pedir una copia de su documento del registro civil, que incluiría algunos datos más sobre su nacimiento. Un trabajador entró en el archivo y sacó un papel, marcado con un escudo de España, que decía que había sido inscrita con un apellido diferente al de sus padres. Ahora tenía documentos que decían que había nacido dos veces: de la mujer que la crio, y de la pareja que no sabía nada.

 

Pintado a sus 44 años, continuó su búsqueda, llamando a todas las puertas de su pueblo. Y a medida que aumentaba la presión, el fiscal general de Rodríguez Zapatero, inició su propia indagatoria. Pronto descubrió un patrón: aunque las víctimas habían presentado muchas denuncias a lo largo de las décadas, los jueces se habían limitado a archivar un caso tras otro, alegando el plazo de prescripción. Zapatero, no estaba de acuerdo con estas desestimaciones y luego de resolver las cuestiones de quién era el culpable. Los funcionarios comenzaron a investigar activamente los secuestros, y el número de casos se disparó a más de 2000 solo en 2012.

 

Sin resultado alguno particularmente en el tema familiar de Ana Belén, no había lazo alguno que pudiera ser clave. En otoño de 2017, se encontró con una organización llamada “SOS Bebés Robados”. Reuniéndose con la fundadora del grupo, Mari Cruz Rodrigo, a quien un médico “le dijo” que su bebé había muerto de un ataque al corazón en una incubadora y se negó a dejar que Rodrigo viera el cuerpo; dada la lamentable situación con el paso de los años, empezó a dudar de la historia y así fue como nació la organización. Ella le advirtió a Pintado que el camino que le esperaba sería difícil: solo una decena de los casi 400 miembros del SOS habían encontrado a sus familias.

 

Pero ella logró lo que casi nadie en su situación había conseguido; encontró a su familia. En los meses siguientes, la historia de la búsqueda de Ana Belén apareció en numerosos medios de comunicación, desde La Vanguardia, uno de los periódicos más importantes de España, hasta La Tribuna de Ciudad Real, la provincia donde se encuentra su pueblo.

 

Un día recibió una llamada de un hombre que deseaba permanecer en el anonimato, le dijo a Pintado. Había leído su historia en un periódico local y era “amigo íntimo” de una mujer llamada Pilar Villora García, alguien que había perdido una hija más o menos al mismo tiempo que Ana Belén. ¿Le gustaría anotar el número de Pilar? Sin dudar, la llamó enseguida, diciendo: “Mira, soy bebé robada, estoy buscando a mi madre biológica y me han dicho que tú puedes ser mi madre’”. Hubo una pausa al otro lado de la línea y pudo oír una conmoción de fondo.

 

Las dos mujeres compararon notas; las fechas de parto y de nacimiento coincidían totalmente. La ciudad y la clínica de maternidad, Santa Cristina, también. Ana Belén vio a su madre por primera vez en septiembre de 2018, tres meses después de su primera llamada. Haciéndose una prueba de ADN confirmó lo que ya sabían.

 

“Mi hija, mi hija y mi hija, la que me habían robado, me ha encontrado” – Pilar Villora García.

 

Nadie sabe exactamente cuántos pequeños fueron, pero las estimaciones apuntan a decenas de miles. El camino que le esperaba sería difícil; solo una decena de los casi 400 miembros del SOS habían encontrado a sus familias.

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