domingo, noviembre 24, 2024
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A mi manerA

Por Julio A. AGUIRRE

*Preocupantes riesgos.

*Dar de más, malo; dar de menos, malo.

*Aterrizar ideas.

 

¡Todo exceso es bastante! Filósofo de Güémez.

Cuando Andrés Manuel López Obrador envió al Congreso de la Unión la iniciativa para que por ley el Presidente de México en turno ganara un sueldo no mayor a 108 mil pesos mensuales, pienso que el país entero aplaudió su propuesta.

Siempre hemos señalado que un Presidente, de cualquier país del mundo, más que cobrar por gobernar debería pagar.

Buscar el beneficio social significa dar, sacrificarse. Ser político por convicción y no por interés.

En México y en ningún país del mundo, que yo sepa, le entra al toro si no está bien cobijado. Entendemos que los servidores públicos de algo deben vivir. Son empleados de una gigantesca empresa que se llama política y quien tiene obligaciones debe, por lógica, contar con  retribuciones.

Del Presidente de México para abajo todos trabajan por obligaciones, aunque tengan parte de convicción. Obviamente resultaría injusto que el mandamás del país ganara un sueldo menor al de otros servidores públicos.

En estos momentos el mandatario federal y los gobernadores no rebasan, en nómina, los 110 mil pesos al mes. Hasta ahí bien, aplausos para ellos.

¿Y los demás?, entre ellos consejeros y presidentes electorales, ministros y altos directivos de los Poderes Legislativo y Judicial, ¿qué? La idea era buena. La idea es incompleta. La propuesta no es pareja. Tapar unos hoyos dejando al descubierto otros no es ley pareja ni justa.

Justamente por estos y otros motivo en este espacio se dudó que la propuesta de López Obrador coadyuvaría –porque esa era la intención- de terminar con privilegios y beneficios que dan forma a la corrupción.

El riesgo de que la corrupción aumentara estaba latente, dijimos. La mayoría de servidores públicos asemejaban barril sin fondo y ante la nueva “Ley Mocha”, buscarían las formas (para eso se las pintan solos) de recuperar lo perdido y algo más.

Haya dos tipos de corrupción, la que se ve y la que no se observa porque se esconde ¿cómo entonces medir con exactitud el por ciento de si baja, sí se mantiene, o se aumenta?

                                                                            POR LAS MISMAS

Después de todo, lo mejor que uno puede hacer cuando llueve es dejar que llueva. Henry W. Longfellow.

A toda acción viene la reacción. La noticia, vía estadísticas y gráficas, en el sentido de que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público ha cerrado la llave de recursos a los estados es otro tema igual de preocupante y ocupante.

Nunca el presupuesto para el municipio y los estados ha sido suficiente. Lógico que año con año  se discuta los presupuestos. Las necesidades y obligaciones de alcaldes y gobernadores suben como los impuestos suben para los ciudadanos.

Año con año aumentan la gasolina, la luz, el agua, el gas y así sígale hasta llegar a una pinche cebolla que al pagarla, más que al cortarla, hace llorar a las amas de casa.

México siempre ha sido un país rico, enormemente rico. Dinero hay, que se malgaste es otra cosa.

El sexenio de austeridad que pretende Andrés Manuel López Obrador, justo cuando el país esta tan acostumbrado y obligado a llevar el pan a la casa tendrá un mayor costo social y político.

Un sexenio de austeridad se convierte en reforzar el “fuero” para ciertos alcaldes y gobernadores para hacer y dar menos. “No hay dinero”, “no me aumentaron el presupuesto” y todos señalarán y culparán al guía de los mexicanos: El Presidente de México.

Ciertas cosas que prometió y está cumpliendo Andrés Manuel son necesarias y agradables para los oídos del pueblo, pero será cuando este mismo sienta y vea mejoría.

Hoy son más los que se quejan porque los han despedido de sus empleos, que los felices por haber encontrado trabajo bien pagado.

Para bailar la bamba se necesita un poquito de gracia y otra cosita.

Da más a quién (estado) más necesite y más invierta. Da lo mismo (año con año) a quien apenas si logra cumplir las expectativas. No otorgues nada y quita del poder al alcalde o gobernador que se haga güey y se lleve lo que no le pertenece.

Esa sería una ley similar a la Ley del Salario. Aplicable para algunos, no para todos.

Mientras tanto yo sigo viendo y viviendo en un México pobre y con hambre, con un terrible agregado: ¡violento!

Tal vez lloré o tal vez reí/ tal vez gané o tal vez perdí/ ahora sé que fui feliz y si lloré también ame, puedo seguir hasta el final…A mi manerA.

Correo electrónico: aguirre@8columnas.com.mx

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