viernes, abril 19, 2024
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¿De qué se puede escribir?

POR Isidro O’SHEA

Pareciera que las columnas y editoriales son los mismos desde hace varios meses en todos los medios del país. Hoy columnistas y analistas se citan varias veces entre ellos a pocos días de diferencia. Cada vez son menos, si es que aún hay, columnistas, periodistas, etc. que tienen una postura a favor del actual gobierno federal.

 

Lo triste no es que las columnas y editoriales cada vez resulten más parecidos; lo lamentables es que no haya cosas buenas que decir de un gobierno de un país de más de 130 millones de habitantes.

 

¿De qué se puede hablar, cuando el gobierno menosprecia cualquier perspectiva en contra? ¿Qué se puede decir cuando el gobierno descalifica una carta abierta firmada por más de 600 intelectuales y/o activistas, entre los que destacan los de mayor reputación? ¿Cómo haces entender a un presidente que no estar de acuerdo con él, no representa en lo más mínimo el ser conservador? ¿Qué le dices a un presidente que califica de conservador precisamente a aquellos que se han distinguido por sus ideas liberales durante años? ¿Qué de bueno puedes decir de un gobierno que no le abre las puertas a seis ex secretarios de salud que le están diciendo que es evidente que las cosas se están haciendo mal?

 

¿Qué cosas buenas se pueden decir de un personaje político que secuestró por años el centro de la Ciudad de México por un berrinche de mal perdedor, pero que ahora al más mínimo intento saca a los granaderos a contener a los manifestantes? ¿Qué se puede defender de un presidente que dice que sus números reflejan 70% de aprobación, cuando todas las encuestas coinciden en un significativo derrumbe de su popularidad? ¿Cómo argumentar a favor de un presidente que se ríe de que los periódicos le den espacio a las masacres que el crimen está dejando?

 

¿Cómo defiendes a quien menosprecia la violencia machista? ¿Cómo decir algo bueno de quien hace consultas para decidir si se ejerce o no la ley? ¿Cómo entender que mientras hace una consulta para enjuiciar o no a los expresidentes, su mismo partido propone en el legislativo una ley de amnistía a los mismos expresidentes? ¿Qué se puede decir cuando la realidad ha superado a la ficción, en un país que se rifan aviones presidenciales? ¿Cómo se puede respaldar a un gobierno que hace una rifa de un avión presidencial pero el premio no es el avión presidencial? ¿Cómo entender a un gobierno que se compró él mismo los boletos de la misma rifa?

 

Parece que nada va bien, ni se ha hecho bien. Su bandera en contra de la corrupción se ha perdido, al mostrarse y demostrarse que él y los suyos al igual que cuando fue Jefe de Gobierno incurren en las mismas prácticas.

Su credibilidad de manera lógica se ha mermado, pues tiene en libertad a aquel que ya se encontraba en prisión en España, mientras que por una venganza política tiene en prisión a una (nos guste o no) referente de la izquierda mexicana de finales del siglo XX, sin ni siquiera ejercer un debido proceso.

 

Hoy México está cansado, y lo peor: sin ganas. Hoy los mexicanos nos sentimos fastidiados ya no solamente por un gobierno, sino hasta por el mismo futuro que aún no conocemos. Es decir, estamos justamente sin ningún tipo de esperanza.

 

Pero no hay excepción de mexicanos cansados y fastidiados por la cadena de errores del ejecutivo federal; hasta el mismo presidente muestra ya grandes símbolos de cansancio, cuando todavía no se llega ni a la mitad de su mandato. Sin embargo, lo preocupante no es su cansancio, lo que más preocupa es el enojo y coraje propio de una persona intolerante, que su semblante refleja. Parece que tenemos a un presidente que lo que menos anhela es la unión entre los mexicanos.

 

En fin, tenemos un presidente que dice que todas y todos lo respaldan, pero que el pasado 15 de septiembre se confundía con “El Pípila” y no por su heroísmo, sino por el pesado chaleco antibalas que cosifica el miedo con el que gobierna; que demuestra que es consciente de los males que en tan poco tiempo le ha hecho a México y a los mexicanos; y no precisamente, como él dice, a los privilegiados, sino justamente a los que menos tienen: a los que les ha quitado su tratamiento contra el cáncer; a los que les ha quitado las estancias infantiles; a los que les ha quitado todo presupuesto para escuelas de tiempo completo.

 

En estos difíciles momentos, quizá solo nos quede confiar en que la historia lo sabrá juzgar.

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