jueves, abril 25, 2024
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No contábamos con su astucia

POR Isidro O’SHEA

No es nuevo ni extraordinario ver a personajes políticos que saltan de partido en partido buscando mejores posiciones; o bien, como consecuencia de rupturas con sus partidos de origen o con las élites de estos.

 

Es una práctica política que, si bien no siempre va castigada a través del voto, sí está satanizada en términos generales, al punto de que estos personajes han sido catalogados como chapulines.

 

En el México del siglo XX, donde el PRI fue partido hegemónico, estas prácticas no tenían mucha relevancia, pues quien salía de las filas del tricolor iba a parar casi siempre a partidos satélite, es decir, a partidos pequeños, cuyo funcionamiento dependía en gran medida del PRI.

 

Sin embargo, 1988 fue el parteaguas de un chapulismo distinto y de mucho mayor relevancia. De hecho, podemos decir que el chapulismo de 1988 fue factor importante en la apertura del México democrático. El ala progresista del PRI, encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas decidió abandonar las filas del partido revolucionario institucional y formar un frente con el cual competir por las elecciones presidenciales de ese mismo año. A la postre, aunque en la legalidad y en la historia haya resultado vencedor el partido gobernante, fue también el parteaguas para el camino hacia una democracia donde los votos fueran bien contados, pues ante una presunción de fraude, la legitimidad del régimen empezó en declive.

 

Hoy en un sistema de partidos plural no debe de sorprendernos de más el cambio de chalecos; al menos, que estos suelan ser sumamente recurrentes y poco comprensibles en términos políticos. Sin embargo, sí deben sorprender, pero sobre todo ofendernos – como ciudadanos –  estos cambios cuando los chapulines ya cuentan con un cargo de elección popular, quizá, más aun si estamos hablando del poder legislativo, donde la importancia de las funciones, depende no de los legisladores por separado, sino de las colectividades, es decir de los partidos y sus bancadas.

 

Si bien, tal como lo mencioné en un principio, las prácticas de los chapulines no son nuevas, hoy día, justo en la actual legislatura federal, se han vuelto una especie de broma, pero más aun, de burla hacia la ciudadanía. Dichos cambios han respondido más que a principios ideológicos o de proyecto, a intentos por hacerse de más poder dentro de las cámaras a través de los órganos internos como la Mesa Directiva, la Junta de Coordinación Política o las Comisiones Permanentes.

 

Desde el principio de la actual legislatura federal se han dado más de 50 cambios de partido por parte de los diputados, es decir más del 10% de los legisladores han cambiado de partido.

 

Los primeros, casi al mismo momento de la instalación de la legislatura, fueron los cinco diputados del Partido Verde que llegaron a MORENA con la única finalidad de otorgarle al partido del presidente las llaves de la Cámara baja y pudiera utilizarla a su antojo.

 

Posteriormente el PT, partido que por si mismo, obtuvo menos del 1% de los votos en las últimas elecciones, sumó a su grupo parlamentario a más de 10 diputados de distinto origen, al punto de que la semana pasada estuvo a poco de poder presidir la Mesa Directiva.

 

También la semana pasada, justo con la finalidad de que el PT no se hiciera de la Mesa Directiva, 5 diputados del PRD llegaron a las filas del PRI; logrando con ello que el Revolucionario Institucional pudiera obtener los votos necesarios para encabezar la Mesa Directiva.

 

Así pues, todos los partidos han estado involucrados en este lamentable circo, y es que, si bien es cierto que desde hace mucho tiempo nuestras cámaras son un circo, hoy no solamente lo son en su forma sino en su fondo.

 

A los diputados no les han importado sus ideales, sus convicciones, sus valores políticos. Han cambiado de colores con la única finalidad de hacerse de distintas mayorías: absolutas, calificadas, etc. y así obtener más poder. Hoy día nuestra cámara parece más el juego de las sillas que un recinto digno donde se hacen y aprueban leyes…decir que la situación es lamentable, resulta hasta piropo.

 

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