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Pandora y el COVID

POR Alberto ABREGO

«Determinamos que no hay evidencia que sugiera que esto es una emergencia nacional, no deja de ser una epidemia, como lo es, como hay otras epidemias, pero no representa una amenaza en términos sanitarios ni términos sociales o económicos”

02/MARZO/2020. Hugo López-Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud.

 

 

Cuenta la mitología griega que cuando Pandora se atrevió a abrir la caja prohibida, se descubrieron todas las enfermedades, males y calamidades que se esparcieron por el mundo.

 

La historia de la humanidad está plagada de calamidades, algunas naturales y la mayoría causadas por el hombre. Esta historia es inseparable de las epidemias y pandemias, las cuales han producido millones de muertos en todo el mundo. Sin duda, las epidemias han desviado el curso de la historia.

 

Quizá las pandemias que han cobrado mayor cantidad de vidas se han presentado con mayor frecuencia en el siglo pasado: el paludismo, la viruela, la lepra, el cólera, la fiebre tifoidea, la peste bubónica, la fiebre amarilla, el ébola y el SIDA.

 

En este siglo, recordamos la pandemia del H1N1 en 2009, otra vez el ébola en 2014  y el virus SARS-CoV-2, que produce la enfermedad Covid-19 que actualmente azota al mundo y que ha cobrado ya 600 mil vidas sin que aún se haya podido descubrir una vacuna o algún tratamiento médico efectivo.

 

En México, se siente desde hace meses la crisis económica y la falta de empleo; ahora que la inseguridad y el narcotráfico se han recrudecido; ahora que los partidos políticos se preparan para bombardearnos violenta e inhumanamente con su propaganda con miras a los próximos eventos electorales; ahora que los precios internacionales del petróleo no favorecen nuestra economía; ahora que enfrentamos una recesión económica; ahora que tenemos una sociedad dividida por distintos factores políticos y sociales; ahora, por si esto no fuera suficiente, tenemos una pandemia de dimensiones bíblicas.

 

Hoy el mundo enfrenta esta nueva amenaza: el famoso coronavirus chino, como le llaman algunos o el SARS-CoV-2, como lo llama la Organización Mundial de la Salud, y que se sigue esparciendo en el planeta al amparo de gobiernos indiferentes y sociedades irresponsables.

 

Es difícil que el corazón no se conmueva ante la inmensa pérdida de vidas que ha cobrado el Covid-19. Es difícil que la cabeza no entienda las implicaciones que ello tendrá en el rubro de seguridad, vida familiar, y economía en la gran mayoría de países del mundo.

 

Son pocos los países que han enfrentado con relativo éxito al nuevo virus, armados no solamente de grandes recursos, sino de responsabilidad y buenas estrategias.

 

Sabemos que la enfermedad afecta de mayor manera a la población de alto riesgo, como personas con diabetes, hipertensión o de la tercera edad. Es altamente contagioso, por lo que se expande rápidamente, ignora fronteras y lleva su mensaje de muerte por el mundo.

 

Ante las contradicciones de las autoridades, la sociedad actúa de formas muy diferentes durante el problema sanitario; ante las cifras oficiales de muertes en el mundo, miles de familias se confinan en sus hogares tomando toda clase de precauciones y medidas recomendadas por las autoridades sanitarias; y no faltan los incrédulos irresponsables que creen y difunden que todo esto es una descomunal farsa y una cortina de humo  montada por las grandes potencias para desviar la atención de una inminente y aterradora crisis mundial producida por la guerra económica generada desde China.

 

La cifra de víctimas ronda las 40,000 muertes en nuestro país, y eso no ha servido para evitar que las aseveraciones de la inexistencia del virus se propaguen entre incrédulos desmemoriados y en Internet a través de correos electrónicos y redes sociales. Estos argumentos sólo merecen un calificativo: son estúpidos.

 

Lamentablemente, en México el tema está politizado, y desde las alturas de la clase política no se entiende que la seriedad del asunto requiere de información seria y científica, la cual nos administran contaminada de críticas, acusaciones, descalificaciones, exigencias de renuncias y sobre todo intenciones de obtener ganancia política con miras al próximo año electoral.

 

Es decir, no solamente enfrentamos a un virus de naturaleza mortal, sino que somos víctimas también de la soberbia oportunista de algunos políticos; de irresponsabilidad e ignorancia de buena parte de la sociedad, que no ha respetado las medidas elementales de confinamiento y sana distancia; de reacciones irracionales que acompañan al miedo en algunas personas; de la desolación en los restaurantes, teatros, cines y calles semivacías; de las miradas preocupadas de la gente sin rostro, embozada con tapabocas; de las pérdidas económicas incuantificables.

 

Deberíamos saber que más temprano que tarde, la naturaleza y la historia le cobran al mundo su apatía, su indiferencia ante la desgracia humana. Hemos permitido que crezca en dimensiones alarmantes la plaga de la miseria, el hambre, la pobreza, la corrupción, la intolerancia y la maldad. Hemos sido testigos y hemos construído una historia llena de atrocidades, de crímenes sin nombre, de guerras sin fin.

 

Aunque esa misma historia nos demuestra que las calamidades del mundo son cíclicas. Regresan cada vez, dejan su estela de muerte y se van. Hoy sufrimos y tememos a una pandemia, mañana volveremos a nuestros temores de siempre.

 

Casi 40 mil decesos después, y contando… ¿seguirán pensando nuestras autoridades que esto no representa una emergencia en términos sanitarios?

 

Por lo visto, la famosa Caja de Pandora traía consigo mucho más calamidades de las que hayamos podido enumerar, aunque no olvidemos que en el fondo, había un regalo para toda la humanidad, algo llamado esperanza.

 

Gran regalo. Si no… ¿qué sería de nosotros?

 

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