viernes, marzo 29, 2024
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Arte contemporáneo – Visualidad Expandida

POR Yuritzi BECERRIL-TINOCO

Música mobiliario

En el texto “Espacio como entidad psíquica”, Pablo Fernández Christlieb hace una cartografía del espacio a partir de las nuevas concepciones de la mente, que a diferencia de las viejas, explica, tienden a ser cada vez más ambientales. En el nuevo paradigma, la concepción del espacio-mente es invertida, no es la mente la que está dentro del individuo, o sea, del espacio-cuerpo, sino el individuo es quien está rodeado por la mente, es decir, que la mente es una entidad espacial, atmosférica y el cuerpo habita en ella. Por eso asegura que el espacio siente y piensa.

No se trata de ninguna aseveración metafísica. La idea, más bien, es mostrar que el espacio, además de ser una entidad física, es también una entidad colectiva y por lo tanto cultural, que refleja nuestra manera de ver el mundo. El espacio junto con los objetos que lo habitan, los silencios, los huecos, los cuerpos que lo envuelven es el reflejo de nuestra mente.

-Cuando entre dos objetos queda un hueco, decimos que queda un espacio, nos recuerda Christlieb; es ese hueco, o sea, el espacio que comparten dos cuerpos lo que los relaciona, por eso afirma que es en los huecos donde residen las relaciones. Esto me lleva a pensar en varias cuestiones:

¿Qué hay cuando no hay nada?, ¿Cómo es el espacio mínimo de dos cuerpos que se juntan?, ¿Es posible que dos cuerpos se junten sin que queden huecos?, ¿Cómo es la atmósfera de un espacio vacío?, ¿Cómo podemos representar el espacio que no vemos, pero sentimos?, ¿Qué es la luz en el espacio?, ¿Y la obscuridad, la nada?

Después de Duchamp podemos aceptar que una botella que lleva escrito Aire de Paris tiene verdaderamente aire de Paris, o al menos tiene aire. Más allá de la discusión sobre la autenticidad o la representación que genera esta pieza, me parece interesante recuperarla para entender la forma en la que entendemos el espacio. El aire, no es precisamente un objeto, pero tampoco es la nada. El aire es algo que ocupa el espacio, como una atmósfera.

Lo mismo pasa con los colores, crean atmósferas, por ejemplo, la obra del artista Brasileño Cildo Meireles consiste en impregnar un espacio doméstico con tonalidades monocromáticas, con las que persigue causar una sensación en el espectador, por ejemplo blancos pintados sobre blancos, negros sobre negros, y en el caso de la pieza Desvio para o Vermelho: Impregnaçao, la reiteración del rojo para acentuar la carga psicológica sobre la obra.

El tiempo también es una atmósfera, y esa atmósfera crea una situación específica. Por ejemplo, la atmósfera del domingo es distinta a la del lunes. Sus sonidos y sus olores son distintos. En la atmosfera del domingo huele a lavanda y hay sol y en la del lunes huele a café y hay ordenadores y teclados. Las atmósferas también tienen temperatura, son cálidas o son frías, y según la atmósfera que hay, pasan cosas en el espacio. Al respecto dice Chrisltieb que en los lugares cálidos siempre es Macondo, siempre es lunes, y siempre es marzo.

Todo esto del espacio atmosférico me vino a la mente con un fragmento de una carta enviada por Erik Satie a Jean Cocteau, -recuperada por Zizek en 2012-, al respecto de su concepto música mobiliario en dónde declara:

“No celebrar reuniones, encuentros, ningún asunto social sin ninguna clase de música mobiliario, no casarse sin música mobiliario, nadie que no haya oído la música mobiliario tiene idea de qué es la verdadera felicidad, […][la música mobiliario] llenará esos pesados silencios que algunas veces caen sobre amigos que cenan juntos, les ahorrara el problema de prestar atención a sus propias observaciones banales y al mismo tiempo neutralizará los ruidos de la calle que tan indiscretamente entran en la conversación”.

Seguramente, si hacemos memoria, recordaremos alguna ocasión, de esas que Satie llama la verdadera felicidad, acompañados de música mobiliario, un momento que en la memoria queda como el eco de una canción o de un sonido, toujours, sous le soleile des tropiques

Muchas veces estas atmósferas son lugares compartidos que dan cuenta de la memoria colectiva, como diría Christlieb un punto de vista creado por más de uno. Por eso, creo que cuando dos cuerpos se separan lo que queda es una atmósfera, y cuando se juntan no queda nada. El mundo desaparece.

 

 

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