miércoles, mayo 22, 2024
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PAULO COELHO

“Sus padres decían que estaba loco y lo metieron a un manicomio”

Por Monick Huitrón

Es el 24 de agosto de 1947 en Fotafogo, Río de Janeiro; el parto se complica y apenas nace el pequeño Paulo, doña Lygia pide con urgencia un sacerdote para bautizar a su bebé ya que los doctores le dan pocas  esperanzas de vida. Al paso de las horas, logran estabilizarlo y así, empiezan a trazarse las primeras líneas en el libro de la vida de uno de los escritores más leídos y queridos en el mundo. Coelho, nació artista, rebelde y con un par de enormes alas en el alma que lo han llevado a buscar siempre una respuesta a su imperante necesidad espiritual. Su padre,  estricto y de carácter duro,  lo puso a estudiar en un colegio Jesuita donde terminó por aborrecer la religión y por alejarse de Dios. Cuando tenía 17 años, sus padres lo internaron en un manicomio por parecerles anormal su fascinación por la literatura y por cuestionarlo todo; desde asuntos políticos hasta religiosos. Pronto salió por buena conducta, pero volvió porque su madre decía que tenía problemas sexuales ya que no le llamaban la atención las chicas y solo pensaba en libros; después de estar dos meses aislado en un pequeño cuarto en el noveno piso de la torre más alta en calidad de “loco peligroso”, un día se escapó y cuando ya no podía más, sin tener donde vivir ni qué comer, regresó a su casa y empezó a escribir para un periódico local, al tiempo que crecía de una manera incontrolable, su pasión por las letras y por el teatro, por lo que,  lo volvieron a recluir  y él, se volvió a escapar. Solo que esta vez, regresó a su casa convencido, de que en verdad, estaba loco; en un arranque de estrés y desesperación rompió todo lo que estaba en su habitación y este episodio lo llevó a conocer a una persona clave en su vida: el Psiquiatra Fajardo, quien ayudó mucho para que sus padres y él mismo, entendieran que no estaba loco. Después de varias sesiones, empezó una nueva vida queriendo dejar en el pasado la sombra del manicomio y el estigma que le habían impuesto sus propios padres. Cuando tenía 23 años, le tocó enfrentar otro capítulo complejo que no le dejaba tranquilo; las dudas que su madre había sembrado en él sobre su sexualidad, lo llevaron a tener relaciones con otros chicos, para terminar entendiendo que no tenía ningún problema y que lo suyo eran las mujeres. Y con esa libertad que da el saber quién eres,  se dedicó de lleno al teatro; daba clases y participaba en pequeñas obras, y luego se tomaba largas temporadas viajando por diferentes países, como Estados Unidos y México. En un fallido intento de crear una revista, conoció a un productor de la CBS que luego se hizo cantante famoso con las canciones de él había escrito; sí, esta etapa pocos la conocen;  Paulo tenía 24 años cuando de un día para otro, de no tener nada y gracias a sus letras musicalizadas, había amanecido con una cuenta de banco de casi 40 mil dólares que pronto creció y sus padres, ahora sí, empezaron a apoyar “sus locuras”. Los siguientes seis años fueron de mucho éxito pero también de un gran desequilibrio emocional; la fama y el dinero lo fueron llevaron a caer  en sectas, a practicar la magia, el oscurantismo y a abusar de diferentes drogas, lo que desencadenó en grandes tragedias: Durante la última etapa de la dictadura y después de un concierto de aquél cantante, Raúl Seixas, en Brasilia, en el que Paulo dio un discurso al público, fue detenido y puesto en libertad al poco tiempo y secuestrado después por los paramilitares, quienes lo torturaron durante una semana por creer que pertenecía a la guerrilla; años atrás, huyendo del manicomio, había estado preso en Panamá porque lo confundieron con un ladrón de bancos, pero no pasó a mayores. Una vez sobrevivido a tan terrible experiencia, continuó con su camino de excesos enfrentando más y más dificultades; para entonces, sumaba ya dos divorcios y justo en el momento de más oscuridad, Dios lo puso en el camino de Cristina, una talentosa artista plástica y su actual esposa que lo condujo al camino de la luz y así, se integró a la Hermandad RAM;  se reconvirtió al catolicismo y empezó su viaje interminable por España, la tierra que le ha inspirado muchas de sus obras y que lo llevó a escribir, en sólo dos semanas, la novela inspirada en su propia vida y que ha vendido cerca de 70 millones de libros traducidos a decenas de idiomas y que lo catapultó como el autor más importante de los últimos años. El Alquimista se publicó por primera vez en 1988 cuando él tenía 41 años, por una pequeña editorial brasileña que terminó rompiendo el contrato con Paulo y parando la distribución del libro, que porque no le veían futuro como escritor. Hoy, en la tranquilidad de su casa al pie de la exclusiva playa en Copacabana, de vez en cuando le echa un vistazo al pasado para no olvidar quién es, mientras disfruta las cosas más simples de la vida, como ver un partido de fútbol. Escribe de noche y camina todas las mañanas por la playa, bebe su agua de coco y charla con quienes lo reconocen en el camino. Continúa su gran labor por darles una vida esperanzadora a los niños huérfanos de las favelas a través de su fundación. Y, si,  sigue siendo el mismo peregrino, el  mismo guerrero que va por la vida peleando grandes batallas. Pero sobre todo, sigue siendo el mismo Alquimista, que nunca deja de buscar.

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